El cambio climático no solo transforma el entorno físico, también afecta la salud pública. Nadie está exento de las consecuencias físicas y psicológicas de la crisis ambiental. En las ciudades, el aumento de las temperaturas y la contaminación del aire incrementa las hospitalizaciones por enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Mientras tanto, en las zonas rurales, la calidad del agua y la agricultura se ven gravemente afectadas, lo que genera inseguridad alimentaria e hídrica.
De acuerdo con la publicación Desafíos climáticos: una mirada a la realidad colombiana de la Asociación Ambiente y Sociedad, fenómenos extremos como olas de calor o sequías no sólo alteran la disponibilidad de recursos básicos, sino que también agravan la demanda de servicios de salud, agua y energía, especialmente en las comunidades vulnerables de los países del Sur Global.
Esta crisis ya es una realidad en América Latina. “El calor extremo ha hecho que mis problemas de respiración se agraven; cada ola de calor parece traer más dificultad para respirar”, dice María González, de Ciudad de México, en una entrevista con Climate Action Network. Su testimonio coincide con un estudio del Journal of Urban Health, que revela un aumento en las hospitalizaciones producto del calor en ciudades como Chicago y París.
El mismo artículo recoge el testimonio de Pedro Martínez, agricultor del Alto Andino en Perú, afectado por las sequías en esta región “Nuestra producción de alimentos ha disminuido y el agua escasea. Los problemas de nutrición son un tema real para mi familia y para mi comunidad.” Esta situación refleja las advertencias del Instituto de Recursos Mundiales (WRI) sobre los problemas de desnutrición causados por la falta de acceso a agua potable y la disminución en la productividad agrícola.
El papel de las mujeres
La pérdida de biodiversidad ha incrementado la aparición de zoonosis, es decir, enfermedades transmitidas de animales a humanos, como resultado de una explotación insostenible de los ecosistemas.
En ese sentido, y de acuerdo con Ambiente y Sociedad, la labor de las mujeres en el cuidado de la salud se extiende al cuidado de la biodiversidad, lo que es fundamental para la prevención de enfermedades, pero también se extiende a la lucha contra el cambio climático. Además, las mujeres son custodias del conocimiento tradicional, esencial para la transmisión de prácticas de cuidado intergeneracional.
Salud mental bajo amenaza
El cambio climático también está afectando la salud mental. Eventos climáticos como huracanes e inundaciones han contribuido al aumento de la ansiedad y la depresión. Según un estudio de la Universidad de Columbia, las personas expuestas a estas situaciones tienden a ser más propensas a sufrir trastornos mentales.
Particularmente es preocupante la ecoansiedad en los jóvenes, una respuesta emocional relacionada con la preocupación por la crisis climática. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) han instado a fortalecer los recursos de apoyo psicológico. “Es crucial ayudar a las personas a manejar el estrés y la ansiedad causados por estos eventos extremos”, menciona la OMS en su informe de 2024 sobre salud mental y cambio climático.
En definitiva, el cambio climático está profundizando las desigualdades sociales, afectando en mayor medida a las poblaciones vulnerables, como las comunidades étnicas, campesinas y a las mujeres. Desde Ambiente y Sociedad consideramos a la naturaleza como cimiento de la salud pública, por lo que debe ser preservada para garantizar el futuro del planeta y de los seres humanos. Desde la protección de la biodiversidad hasta la gestión integral de los impactos del cambio climático, se requieren esfuerzos coordinados que involucren tanto a los gobiernos, como al sector empresarial y a la sociedad civil para hacer frente a esta situación.