Por: Johana Mendoza
En muchas ocasiones, intentamos visibilizar las afectaciones y resistencias de quienes defienden el territorio. Pero vale la pena preguntarnos: ¿estamos realmente transmitiendo el mensaje que ellos y ellas quieren compartir? ¿Estamos escuchando con atención y respeto su voz?
Las iniciativas que buscan amplificar esas visiones nos invitan a reflexionar sobre el verdadero sentido de lo que hacemos. La respuesta, aunque profunda, es sencilla: las personas defensoras del territorio luchan por el bien común. No piensan únicamente en ellas o en las generaciones presentes, sino también en las futuras. Luchan porque creen, con convicción, que todos y todas merecemos una vida digna y en armonía con la naturaleza.
Este mensaje puede sonar familiar, pero ¿nos hemos detenido realmente a considerar lo que han logrado con sus luchas? Aunque sus historias no siempre aparecen en los medios, y muchos han quedado en el camino, su legado es invaluable. Nos corresponde, como sociedad, hacer el ejercicio de ponernos en su lugar, de comprender que sus batallas son también nuestras.
La resistencia es sinónimo de esperanza, de persistencia, de seguir adelante pese a los obstáculos. Es levantarse cada día con la convicción de que vale la pena intentarlo, incluso frente a respuestas negativas o a la indiferencia de las autoridades y ciertos sectores sociales. Las huellas que dejan quienes resisten no se borran: son senderos que inspiran a nuevas generaciones. Son ejemplos vivos de dignidad, valentía y amor por la vida.
La labor de las personas defensoras del ambiente y los territorios también siembra inspiración en niños, niñas y jóvenes que sueñan con un mundo más justo. Su ejemplo construye presente, pero sobre todo, construye futuro.
El trabajo de la sociedad civil es apenas un eslabón. El verdadero reconocimiento es para quienes se esfuerzan cada día por hacer las cosas bien, los verdaderos protagonistas de estas historias. Esta columna es, por tanto, un homenaje a todas esas personas que se levantan con esperanza y trabajan por sus sueños.
Desde Ambiente y Sociedad, queremos visibilizar esas historias a través de la fotografía. Porque los testimonios visuales no solo informan, también conmueven, interpelan y movilizan. Son necesarios, imperdibles y profundamente humanos.
Huellas de Resistencia, Senderos de Vida
“Huellas de Resistencia, Senderos de Vida” es un testimonio visual del coraje, la esperanza y la dignidad de quienes defienden la vida desde los territorios.
Cada imagen revela la lucha de quienes enfrentan amenazas constantes, pero que no se rinden. Sus manos siembran, construyen, resisten. Sus voces se alzan frente a la injusticia y el olvido. Ellas y ellos defienden el ambiente con amor, con memoria, con profundo respeto por la tierra y el agua.
Son rostros, gestos, tejidos y paisajes que hablan por sí solos. Que nos recuerdan que defender el territorio es, en esencia, cuidar la vida misma. Y que en cada sendero recorrido, en cada huella dejada, los y las defensoras nos invitan a soñar con un futuro en el que la justicia ambiental no sea una promesa, sino una realidad para todos y todas.
Finalmente, queremos resaltar el trabajo de todas las comunidades, y todo lo que hay detrás de esas imágenes. Este es un mensaje de esperanza y de luz: para mostrar que la labor de un defensor requiere esfuerzo, sí, pero también está llena de alegría, de aprendizajes continuos y de una fuerza que transforma.
Porque resistir también es crear, sanar y sembrar futuro.