El 2024 ha sido un año devastador para los bosques en Colombia. A principios de año ya se registraban más de 500 incendios forestales activos. En Bogotá, la gente respiraba humo, y en medio de atardeceres anaranjados y helicópteros arrojando agua sobre las montañas, el cambio climático volvía a ser una preocupación recurrente. Aunque para septiembre se esperaba el regreso de las lluvias, los incendios forestales vuelven a ser noticia, y no solo en Colombia.
El Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), de Brasil, informó que durante este año en Sudamérica se han registrado 350.730 incendios forestales. Actualmente, El Pantanal, considerado el humedal más grande del mundo, y la Amazonía brasileña, están atravesando la peor sequía en 75 años. En Bolivia, las llamas han arrasado cuatro millones de hectáreas, y Perú ha registrado al menos 15 víctimas mortales por las llamas. A esta lista de países también se suman Ecuador y Paraguay.
El INPE menciona que entre las principales causas están la deforestación, las malas prácticas agrícolas, los incendios provocados para la ‘limpieza’ de tierras y el cambio climático. Los incendios forestales se están intensificando por el aumento de las temperaturas y las sequías, y los ecosistemas del sur global y las comunidades son quienes están acarreando las consecuencias de la crisis climática.
Margarita Flórez, directora de Ambiente y Sociedad, ha señalado que los incendios forestales son un reflejo de cómo la selva amazónica, a pesar de ser protegida legalmente y estar en el centro de acuerdos internacionales, sigue siendo explotada. “Ni cuando es sujeto de derechos, ni cuando es objetivo de un tratado regional, ni cuando es objeto de acuerdos climáticos globales, ni por más que crezca la voz de sus pueblos indígenas, ni por el respaldo de gobiernos, se le ha dado la real dimensión que tiene la Amazonía”.
El panorama en Colombia
En Colombia, 381 municipios del país se encuentran en algún nivel de alerta por incendios forestales, de acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM). 212 municipios están ubicados en la región Andina, 135 en el Pacífico y los 34 restantes se reparten entre la Amazonia, el Caribe y la Orinoquía. En las últimas semanas, según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo, cerca de 20 mil hectáreas de bosque han sido consumidas por 23 incendios, nueve de ellos están en el departamento del Tolima y seis en el Huila.
Colombia alberga alrededor del 10% de la biodiversidad del mundo. Hasta mediados de septiembre, más de 15.000 hectáreas de vegetación se han visto afectadas por las llamas. De estas, 6.900 han sido de bosques. Los incendios forestales ocasionan la muerte o el desplazamiento de especies que, incluso, pueden encontrarse en peligro de extinción o que son endémicas. Los animales que logran escapar se enfrentan a la fragmentación de su hábitat, lo que disminuye su capacidad de adaptación y reproducción. Además, se interrumpe la polinización, la dispersión de semillas y otros procesos ecológicos. También se afectan los servicios ecosistémicos, como la regulación del agua, la calidad del aire, la captura de carbono y se pierden barreras naturales contra desastres como inundaciones y deslizamientos.
El impacto de los incendios forestales no termina con la destrucción ecológica. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos advierte que las comunidades más vulnerables, como los pueblos indígenas, afro y campesinos, son las más afectadas a pesar de que son quienes menos contribuyen a la crisis climática. Dadas las desigualdades sociales, en su Resolución sobre Emergencia Climática, la CIDH, afirma que los incendios junto con las sequías o las inundaciones traen consecuencias devastadoras para el acceso a derechos básicos, como el derecho a la salud, a la alimentación, al agua potable y a un ambiente sano.
En 2018 el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU había alertado que el planeta podría cruzar el umbral crucial de 1,5 grados Celsius en 2030, lo que conllevaría a una “catástrofe global”. De hecho, según su último reporte (2023), actualmente ya vamos por un aumento de 1,1 °C y vamos camino a un incremento de 3,2 °C para final de siglo, muy por encima del máximo de 2 °C determinado en el Acuerdo de París. Las consecuencias serían irremediables, como ya se están viviendo.
Margarita Flórez, ha llamado constantemente a que los gobiernos reflexionen sobre la realidad de un modelo de desarrollo que se basa en grandes obras, acaparamiento de tierras y ampliación de la frontera agrícola.“Ojalá se logre reaccionar para darle a lo que queda de la Amazonia la importancia que tiene por el legado cultural de sus pueblos ancestrales, por el aporte de nuevas comunidades y como escenario donde la vida y la interdependencia entre especies pueden generar un mejor mañana para la humanidad”, dice la directora.
Desde Ambiente y Sociedad sostenemos que la COP16 puede ser el escenario propicio para fortalecer las políticas de prevención y control de incendios, reconocer los saberes ancestrales de comunidades étnicas y campesinas que cuidan y mantienen la salud de la selva amazónica y priorizar programas de restauración de los ecosistemas afectados teniendo en cuenta que las comunidades locales son actores claves que deben liderar esas estrategias.