Razón Pública. Este año empezó y terminará con reuniones internacionales en busca de soluciones a la crisis ambiental. No es para menos: la situación ha llegado a un punto de no retorno, y más que nunca nos urge un nuevo paradigma de desarrollo global.
Manuel Guzmán Hennessey*
Ambiente y desarrollo
En lugar de empezar el año con un frondoso catálogo de metas, trataré de resumir en unas pocas, o quizá en una sola, aquellas que a mi juicio deberían guiar la llamada ‘agenda ambiental’ de Colombia.
Para empezar hay que decir que esta agenda ya no es ambiental en el sentido exclusivo de la palabra, y mal hacemos los ambientalistas en seguir llamándola así. Se trata de la agenda del desarrollo, pues cuando hablamos de un plan nacional, local, regional o sectorial “de desarrollo” debería entenderse que lo ambiental es hoy el eje de toda acción de gobierno encaminada a mejorar la calidad de la vida de la gente.
No en vano 2015 empieza con una cumbre en Sendai, Japón, sobre asuntos de vulnerabilidad y gestión de riesgos de desastres, y acabará en París, en diciembre, cuando todas las naciones que firmaron la convención sobre cambio climático habrán de suscribir un nuevo acuerdo sobre la crisis del clima que sustituya al Protocolo de Kioto.
Estamos pues hablando de una crisis que va ganando terreno de modo acelerado: la del clima. ¿Cómo armonizar el crecimiento de las sociedades con las medidas de adaptación que tenemos que adoptar frente esta crisis? ¿Cómo incluir en los planes del desarrollo todos los factores asociados con ella para lograr una adaptación adecuada y un tránsito fluido hacia una nueva sociedad, menos intensiva en carbono, más resistente a los efectos del cambio climático? Estas son algunas de las preguntas que nos haremos en adelante cuando hablemos de desarrollo, de medio ambiente o del clima.
Conferencia del Cambio Climático de las Naciones Unidas, realizada en Lima en diciembre de 2014. Foto: Wikimedia Commons |
Punto de no retorno
2015 marcará un punto de inflexión debido a que se decide el futuro de la crisis climática global. Esta decisión será crucial para la sostenibilidad de la vida en el planeta, ya que no tenemos mucho tiempo para reaccionar. Si fallamos, conoceremos las nefastas consecuencias antes de 2050. Pero si la reacción global es positiva, probablemente se definirán las bases de una nueva sociedad entre 2020 y 2050.
De acuerdo con todas las previsiones de la ciencia, habremos llegado al límite del cambio climático en muchas regiones cuando la temperatura promedio de la Tierra aumente más de 2ºC. Rajendra Pachauri, presidente del Panel Intergubernamental de científicos sobre el cambio climático, advirtió en 2009: “Hemos estimado que para estabilizar el aumento de la temperatura global entre 2º y 2,4ºC tenemos alrededor de siete años para reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono. En 2015 alcanzarán su punto máximo y en 2020 tenemos que instaurar una reducción del 25 a 40 por ciento de las emisiones globales. Es un desafío enorme, pero creo que será posible”.
Si fallamos, conoceremos las nefastas consecuencias antes de 2050.
Lamentablemente, la esperanza de Pachauri no se ha cumplido hasta el día de hoy. Por el contrario, las previsiones de la ciencia fueron superadas entre 2013 y 2014 (aumento de la temperatura global del planeta y concentraciones de dióxido de carbono). Así lo reconocen estudios como el del Centro Tyndall para la investigación sobre el cambio climático, publicado en septiembre de 2014. He aquí algunas de las evidencias:
- El año 2014 batió un récord en cantidad de dióxido de carbono (CO2) emitido a la atmósfera; al finalizar este año tendremos 40.000 millones de toneladas más de este gas tóxico (un aumento del 2,5 por ciento).
- Si queremos mantener el calentamiento global medio por debajo de los 2ºC (con un 66 por ciento de posibilidades de éxito), las emisiones totales futuras de CO2 no pueden ser mayores de 1,2 billones de toneladas.
- Según el ritmo actual de emisiones, este margen de 1,2 billones de toneladas de CO2 (2ºC) habrá sido alcanzado antes de 2050.
- Traspasar este umbral sería catastrófico para las condiciones físicas y químicas de la vida por lo cual, como dije, se considera que los 2ºC son el punto de no retorno.
¿Cuál es el desafío global? Que la sociedad en su conjunto reaccione. Es la hora de los nuevos actores: de los gobiernos locales, de la ciudadanía, del sector privado y, en especial, de las grandes corporaciones que han demostrado liderazgo y responsabilidad. Los gobiernos del mundo, que fracasaron en su intento por frenar el problema con el Protocolo de Kyoto compartirán sus responsabilidades con estos nuevos actores como una necesaria estrategia de salvamento colectivo.
¿Y Colombia?
El desafío para nosotros será incluir la amenaza climática en nuestra agenda de desarrollo, para lo cual resulta indispensable una institucionalidad apropiada y moderna, capaz de anticipar y de prever, de ejecutar y de monitorear el camino hacia el futuro. Una institucionalidad, en últimas, capaz de entender su papel en la historia.
Esta sería la meta única que yo me atrevería a proponer como propósito colectivo del año que comienza: adecuar las instituciones ambientales y del desarrollo de Colombia al desafío de la crisis climática.
Para esto no basta con mencionar el tema ambiental en el documento ‘Bases del Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 Todos por un nuevo país, paz, equidad, educación’, ni con incluir la estrategia del ‘crecimiento verde’ como eje de los planes de infraestructuras, transformación agropecuaria y ampliación de los espacios de la democracia. No. Es necesario atreverse a mucho más y empezar por dotar de metas e indicadores concretos el tránsito hacia una nueva economía, resolver las ambigüedades de la política minera y de hidrocarburos y tener un norte claro sobre el tipo de desarrollo que queremos. El desafío de construir la sociedad del posconflicto exige el rediseño de nuestras precarias instituciones ambientales.
Para entender mejor la arquitectura de esa “institucionalidad ambiental”, invito a leer el texto de Manuel Rodríguez en la revista de la Contraloría titulado “La reforma de la institucionalidad ambiental de Colombia”. Y para entender la acepción que quiero darle a “institucionalidad” uso la definición de Douglas North: constreñimientos u obligaciones creadas por los humanos que facilitan la interacción entre estos. De manera que la reforma institucional no vendría a ser otra cosa que el complejo engranaje de las reglas políticas, sociales, económicas, culturales y ambientales, orientado a facilitar los cambios en los constreñimientos y en las obligaciones (léase en las reglas de juego) entre una sociedad insostenible y una sociedad verdaderamente sostenible. ¿Para qué?: para que podamos ocupar mejor el territorio.
El Presidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, Rajendra Pachauri. Foto: Pop Tech |
El fiasco de Lima
Ahora bien, ¿qué pasó en la pasada Cumbre de Lima? Que los países allí reunidos no lograron sentar las bases para el acuerdo ambicioso, vinculante y equitativo que se firmará en París en diciembre de este año. Con lo cual es muy probable que este nuevo acuerdo, llamado a reemplazar el insuficiente Protocolo de Kioto, nazca sin la fortaleza y la ambición necesarias que los datos de la ciencia demandan. ¿Otro fracaso histórico? Sí.
He aquí una síntesis del acuerdo que prefirió llamarse “Llamada de Lima a la Acción Climática”:
· En lugar de compromisos claros, vinculantes y ambiciosos sobre reducción de emisiones -que era lo esperado-, se optó por un mecanismo voluntario al que llamaron “Contribuciones nacionalmente determinadas”. Estas solo entrarán en vigor en 2020 y no se estableció el mecanismo para evaluar el alcance, la equidad y las responsabilidades históricas de estas contribuciones.
El desafío de construir la sociedad del posconflicto exige el rediseño de nuestras precarias instituciones ambientales.
· Sobre el tema del financiamiento, los países desarrollados impidieron un avance significativo y no se construyó la arquitectura financiera más allá de 2020, como se esperaba. El Fondo Verde del Clima alcanzó los 10 mil millones de dólares, pero no se definieron los mecanismos para conseguir los 100 mil millones de dólares anuales a partir de 2020, que sería lo requerido para la adaptación en el largo plazo.
· Con relación al tema ‘pérdidas y daños’ la “Llamada de Lima a la Acción Climática” solo menciona la decisión ya tomada sobre el “Mecanismo de Varsovia” pero no avanzó sobre cómo financiar este aspecto independiente de la adaptación que era lo que se esperaba.
No obstante, si algo puede rescatarse de Lima sería el reconocimiento tácito de que la lucha contra el cambio climático no podrá, en adelante, ser asunto de los Estados solamente. El sistema de las contribuciones nacionales trae consigo la apertura hacia la participación de nuevos actores en una metodología aún por definir.
¿Cómo pueden articularse los gobiernos locales, los sectores empresariales y la ciudadanía organizada a los planes nacionales para la adaptación, la educación, la prevención y aún en la mitigación de los efectos del cambio climático? Esta es la otra parte del desafío que deberá abordarse después de 2015. En últimas, cómo podemos involucrarnos todos en una crisis que avanza más rápido (y en muchos aspectos supera) las proyecciones de la ciencia, y que necesitamos frenar para que la vida pueda seguir existiendo más allá del antropoceno.
*Profesor titular de la cátedra de cambio climático de la Universidad del Rosario, director general de la red latinoamericana sobre cambio climático KLN.