Por: Mónica Lozano – Consultora
Bogotá enfrenta una crisis de agua que podría agravarse en los próximos años si no se toman medidas urgentes. De acuerdo con la empresa Acueducto y Alcantarillado, el 70% del agua que provee a la ciudad se origina en el páramo de Chingaza, más exactamente del embalse de Chuza. A su vez, las lluvias de este ecosistema llegan, mediante las nubes cargadas de humedad provenientes de la selva amazónica y la Orinoquía. Pero producto de la deforestación y el cambio climático este ciclo está cambiando y Bogotá tuvo que entrar en racionamiento. Todo está conectado.
Las consecuencias de la crisis climática y la pérdida de árboles de la Amazonía se están sintiendo cada vez más. Según datos de la empresa Acueducto y Alcantarillado, en 2022 el embalse de Chingaza llegó al 77% de su capacidad en el mes de septiembre, cuando se supone debe estar más lleno. En 2023 cayó al 61%, y en 2024, para la misma fecha, descendió al 45,6%. Las lluvias, que tradicionalmente llenaban los embalses ya no son tan abundantes.
Este fenómeno está estrechamente relacionado con el estado de la Amazonía donde se encuentra el 30% de la biodiversidad del planeta, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Del 2001 y 2020, se perdieron más de 54,2 millones de hectáreas de selva, lo que equivale al tamaño de un país como Francia, de acuerdo con la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada. La relación es clara: la deforestación en la Amazonía está afectando directamente la capacidad de la región Andina para recibir lluvias y, por lo tanto, el suministro de agua para Bogotá.
El cambio climático agrava estos problemas. El fenómeno de El Niño, que provoca sequías más largas, es una amenaza creciente para los embalses que abastecen a más de 9,5 millones de habitantes, una cifra que podría crecer aún más debido a la migración provocada por el cambio climático. Para 2050, se estima que la ciudad necesitará agua para 598,000 personas adicionales de acuerdo con un informe del Centro de Conocimiento del C40.
La paradoja de la ganadería en la lucha contra la deforestación
Mientras el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se comprometió a alcanzar la meta de cero deforestación en la Amazonía para 2030, el panorama de la ganadería plantea un enorme desafío. Según proyecciones del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento de Brasil, la matanza de ganado en Brasil podría aumentar en 4 millones de toneladas en la próxima década, alcanzando los 12 millones en 2030. Este incremento responde a la creciente demanda mundial de carne, lo que impulsaría un aumento del 17 % en la producción ganadera del país.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La ganadería es responsable del 80% de la pérdida de bosques en Brasil. Por eso, desde sectores ambientales, se promueve evitar o reducir el consumo de carne como una medida con impacto global: baja la demanda y, por ende, la presión sobre los bosques.
Proyecto de resiliencia hídrica
Para enfrentar esta crisis, en medio de las polémicas de la COP29, Colombia logró un apoyo crucial para poner en marcha el proyecto de “Resiliencia hídrica paisaje Bogotá-Región”, que busca conservar y restaurar áreas críticas para la provisión de agua en la región de Sumapaz, Chingaza y Guerrero. Este proyecto, que cuenta con una inversión cercana a los 400.000 millones de pesos, busca proteger más de 172.000 hectáreas de ecosistemas y restaurar más de 15.000 hectáreas adicionales.
Con esta iniciativa se busca mitigar los impactos de la crisis climática en comunidades rurales y urbanas mediante soluciones basadas en la naturaleza. “La gestión del agua en el contexto de la crisis climática es clave para enfrentar los problemas que afectan las cuencas que abastecen de agua a Bogotá”, afirmó la viceministra de Ordenamiento Ambiental del Territorio, Tatiana Roa. El proyecto que cuenta con el respaldo del Fondo Verde del Clima, beneficiará a medio millón de personas en zonas rurales vulnerables y a 250.000 residentes urbanos expuestos al riesgo de inundaciones.
Se trata de un avance importante de cara a la crisis actual, sin embargo, desde Ambiente y Sociedad, hacemos un llamado a que, además de restaurar los ecosistemas cercanos a Bogotá, o mejorar la gestión del agua, deben tomarse acciones que permitan solucionar el problema estructural: frenar la deforestación en la Amazonía y adoptar acciones ambiciosas frente al cambio climático. No solo se trata de acciones por parte de los países con territorio amazónico, sino de parte de las naciones más ricas, dada la responsabilidad que tienen por sus niveles de contaminación. Además, de la selva amazónica no solo depende el agua de Bogotá, sino también casi el 20% del agua dulce del planeta.