El ambiente se defiende con justicia, colectividad y esperanza

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La defensa del ambiente en Colombia se construye en los territorios, con las voces, los saberes y las luchas de las organizaciones de base, los procesos comunitarios, el campesinado, los pueblos étnicos y las juventudes que, día a día, sostienen la vida frente a múltiples formas de despojo, violencia y exclusión.

En este 2025, marcado por  la crisis climática, el avance de proyectos extractivos y una preocupante criminalización a quienes protegen el ambiente, hemos reafirmado desde Ambiente y Sociedad que la transformación solo es posible si se hace con quienes conocen el territorio porque lo habitan, lo cuidan y lo defienden.

Nuestro trabajo ha estado enfocado en acompañar procesos locales que promueven alternativas al desarrollo, exigen justicia ambiental y fortalecen la gobernanza territorial. Hemos caminado junto a comunidades campesinas y organizaciones sociales en la construcción de propuestas de política pública, en ejercicios de formación y en la promoción del acceso a derechos como el agua, el suelo y la participación. Este esfuerzo ha sido constante y colectivo, y no busca hablar por nadie, sino abrir caminos para que las voces del territorio tengan un lugar protagónico.

En lugares como el Piedemonte Amazónico, hemos sido testigos de cómo las organizaciones locales sostienen procesos de cuidado comunitario, siembran alternativas productivas y demandan políticas que reconozcan su papel en la conservación ambiental. Desde la interlocución con instituciones hasta las asambleas comunitarias, el trabajo en territorio nos ha permitido tejer confianzas, fortalecer agendas comunes y defender la vida, en todas sus formas.

Las acciones de comunicación e incidencia también han sido esenciales en este camino. A través de narrativas colectivas, herramientas pedagógicas y productos comunitarios, hemos buscado amplificar las historias de quienes resisten, sensibilizar a nuevas audiencias y posicionar la justicia ambiental como una prioridad. Comunicamos para proteger, para hacer memoria, para construir vínculos y para transformar.

Al mismo tiempo, seguimos participando en espacios regionales e internacionales donde se discuten las rutas para enfrentar la emergencia climática. Lo hacemos junto a personas defensoras de sus territorios, para que sus experiencias incidan directamente en esos escenarios, y para que los compromisos globales respondan a las realidades locales. Esta articulación entre escalas es clave: lo que se decide en una sala de negociación también repercute en una vereda, en un río, en una comunidad.

Hoy, en el Día Mundial del Ambiente, no escribimos para celebrar, sino para reafirmar una convicción: que la defensa del ambiente se construye colectivamente, desde y con los territorios. Que las organizaciones de base, los procesos populares y los liderazgos comunitarios no son actores periféricos, sino protagonistas centrales de cualquier proyecto de país que pretenda ser justo y sostenible.

El compromiso que nos mueve sigue siendo el mismo: aportar a una transición justa, con participación real, con garantías para quienes defienden la vida, y con alternativas construidas desde el arraigo y la dignidad. Porque cuidar la tierra no es una consigna: es una forma de habitar el mundo con justicia y esperanza.