Huellas de resistencia, senderos de vida

La exposición fotográfica Huellas de Resistencia, Senderos de Vida es una iniciativa para la implementación efectiva del Acuerdo de Escazú. Esta muestra busca visibilizar la labor de las y los defensores ambientales en Colombia, quienes, desde sus territorios, trabajan incansablemente por la conservación y el manejo sostenible de los recursos naturales.

A través de estas poderosas imágenes, la exposición retrata su lucha frente a los desafíos del modelo de desarrollo y las amenazas constantes que enfrentan, incluyendo proyectos extractivistas y desplazamientos. Esta actividad destaca la esperanza, resiliencia y resistencia de las comunidades indígenas, afrocolombianas, campesinas, jóvenes,  especialmente las mujeres, quienes desempeñan un papel fundamental en la defensa de la tierra y en la construcción de un futuro sostenible.

El objetivo de compartir estas historias de vida es fomentar el diálogo y la reflexión ciudadana. La exposición pretende reconocer y valorar el trabajo colectivo de los y las ambientalistas, resaltando su compromiso con la justicia, la equidad y la protección del territorio. Las imágenes presentadas no solo muestran la resistencia frente a las adversidades, sino también el amor y el cuidado por la tierra, invitando a la sociedad a unirse en la defensa de nuestro entorno natural.

En este especial resalta y destaca no solo la resistencia frente a las adversidades, sino también el amor y el cuidado por la tierra, invitando a la sociedad a unirse en la defensa de nuestro entorno natural.

Foto: Animales de Monte / Asociación Ambiente y Sociedad

Las personas defensoras del ambiente son guardianes de la vida. Su quehacer constante está lleno de desafíos. Su legado se transmite de generación en generación. Las nuevas generaciones no solo es una herencia de lucha, sino una semilla de esperanza que asegura que la defensa del ambiente y la justicia social perduren en el tiempo.

Las nuevas generaciones cuidarán el territorio con la misma entrega, asegurando que sus familias y comunidades tengan oportunidades de bienestar y desarrollo.

Foto: Animales de Monte

Las mujeres, en particular, desempeñan un papel fundamental en esta defensa. Su compromiso con la protección del territorio se entrelaza con su vida cotidiana, asumiendo diversos roles: madres, cuidadoras, trabajadoras y lideresas. Su lucha no solo es por la tierra, sino también por la justicia y la equidad.

Foto: Carlos Alberto Arias Llantén /Asociación Ambiente y Sociedad

El conocimiento ancestral también es un pilar en esta resistencia. Los pueblos indígenas y afrodescendientes han mantenido durante siglos saberes que fortalecen la relación entre el ser humano y la naturaleza. Son maestros de vida, guardianes de costumbres que siguen vigentes y que, día a día, refuerzan el tejido de la identidad cultural.

Foto: Carlos Alberto Arias Llantén /Asociación Ambiente y Sociedad

Foto: Carlos Alberto Arias Llantén /Asociación Ambiente y Sociedad

Esa identidad se construye en comunidad. Los defensores y defensoras ambientales no están solos; su labor es colectiva. Tejen redes de apoyo, promueven el cuidado de la tierra y fortalecen la cultura de resistencia que ha permitido que sus pueblos y territorios se mantengan firmes en su camino.

Foto: Carlos Alberto Arias Llantén /Asociación Ambiente y Sociedad

Tejer es, precisamente, una de las metáforas más potentes en esta historia. Las mujeres no solo tejen fibras e hilos, sino también ideas, lazos y estrategias para el autocuidado y la defensa del territorio. Su labor se expande, se refuerza y se convierte en una fuerza imparable frente a las amenazas que enfrentan.

Foto: Carlos Alberto Arias Llantén /Asociación Ambiente y Sociedad

El trabajo comunitario es un reflejo de esa resistencia. Cada producto elaborado por las comunidades lleva consigo una historia de esfuerzo colectivo y de prácticas sostenibles que permiten la vida. Desde la siembra hasta la recolección, cada paso es un acto de cuidado y amor.

Foto: Carlos Alberto Arias Llantén /Asociación Ambiente y Sociedad

Ese amor también se refleja en sus rostros. A pesar de los peligros y las dificultades, sus sonrisas expresan la esperanza de un futuro mejor. No se trata solo de enfrentar amenazas, sino de construir sueños, de sembrar la posibilidad de un mañana donde su labor sea valorada y protegida.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

En esa construcción de futuro, las tradiciones juegan un papel clave. La olla, el fogón, las plantas y las ofrendas son símbolos de una conexión profunda con el territorio. Más que objetos, representan maneras de vivir ancestrales que fortalecen la espiritualidad, la comunidad y el arraigo al territorio.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

Ver a niños, niñas y jóvenes involucrados en la defensa del territorio es un signo de esperanza. Su participación en encuentros, en el aprendizaje de saberes y en la divulgación de prácticas comunitarias demuestra que la lucha por la vida no tiene edad.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

En este proceso, el Acuerdo de Escazú es una herramienta clave. La participación en la toma de decisiones es un derecho fundamental que permite a las comunidades hacer valer su voz frente a proyectos que podrían afectar su entorno. Ser parte de estos procesos no solo les da visibilidad, sino que refuerza su papel como protagonistas de su propia historia.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

La armonización, como ceremonia previa a los espacios de diálogo y trabajo colectivo, es una práctica que reafirma la importancia de la conexión espiritual y comunitaria. Antes de iniciar cualquier proceso, es fundamental preparar el espíritu, fortalecer la confianza y alinear las energías para que el encuentro sea fructífero.

Foto: Animales de Monte /Asociación Ambiente y Sociedad

El trabajo con organizaciones de base refuerza estos espacios de encuentro. Son estas las que permiten recoger las voces del territorio, materializar las ideas y articular acciones que fortalezcan la defensa ambiental. Su labor es imprescindible para garantizar que la protección del territorio no sea solo una idea, sino una realidad.

Foto: Animales de Monte /Asociación Ambiente y Sociedad

Cada acción de los defensores y defensoras ambientales tiene múltiples dimensiones. Su lucha no es solo por la conservación, sino también por la dignidad, por la autonomía y por la posibilidad de construir economías propias que no destruyan la naturaleza, sino que la preservan.

Foto: Animales de Monte /Asociación Ambiente y Sociedad

El territorio no es solo el espacio que habitan, sino que forma parte de la esencia de su identidad. Es su hogar, su historia y su futuro. Mujeres y hombres trabajan juntos para garantizar que su legado de protección y cuidado trascienda generaciones y siga nutriendo el tejido comunitario.

Foto: Animales de Monte /Asociación Ambiente y Sociedad

Las manos de quienes defienden el territorio cuentan historias. Son manos que trabajan en equipo, que transforman, que construyen futuro.

Foto: Animales de Monte /Asociación Ambiente y Sociedad

El río es testigo de estas luchas y resistencias. Por sus aguas fluyen las historias de quienes navegan en busca de justicia, de quienes enfrentan las adversidades con la certeza de que su camino es el correcto. Es el reflejo del recorrido de los líderes y lideresas, de su esfuerzo por llegar a cada rincón donde su labor es necesaria.

Foto: Animales de Monte /Asociación Ambiente y Sociedad

El territorio no es solo un lugar físico; es un entramado de vida, memoria y resistencia. Protegerlo no es solo un acto de amor, sino una responsabilidad que trasciende lo individual y se convierte en un compromiso colectivo. Pensar en comunidad es pensar en la vida misma, en el presente y en el futuro. Y en ese tejido de lucha y esperanza, los y las defensoras ambientales siguen siendo el hilo que mantiene vivo el equilibrio entre la naturaleza y la humanidad.

Foto: Carlos Alberto Arias Llantén / Asociación Ambiente y Sociedad

El trabajo colectivo entre las mujeres del territorio es un ejemplo de fuerza, solidaridad y resistencia. Unidas por el amor al territorio y el bienestar de sus comunidades, se organizan y colaboran en tareas que van desde la siembra hasta la protección del entorno.

Foto: Animales de Monte / Asociación Ambiente y Sociedad

Las aguas, siempre presentes en la vida de los pueblos, no solo son fuentes de vida, sino también de trabajo y sustento. Las aguas no solo sostienen la vida; son un símbolo de conexión entre la naturaleza, el trabajo colectivo y la defensa del territorio.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

Los encuentros para el aprendizaje, construcción de estrategias y compartir experiencias, son un abrazo que mantienen la esperanza viva. Mantener la conexión, el juego, el gozo y la escucha latentes, es fundamental para nutrir la fuerza para la defensa de la vida.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

Las posibilidades se amplían en espacios de aprendizaje: se reconstruye la visión del territorio y se identifican diferentes herramientas y estrategias para garantizar el buen vivir. Escuchar, reflexionar y construir con base en las diferentes experiencias y saberes, es fundamental para seguir nutriendo las acciones que nos llevarán al futuro que necesitamos.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

La labor que una persona realiza día a día debe estar cargada de gozo. Tener un momento para uno mismo, para reír y compartir, nos permite fluir plenamente. No importa cual sea la tarea, la alegría es fundamental para hacerla con amor y fuerza.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

Aprender algo nuevo siempre será motivo de gratitud. En cada palabra y momento de escucha hay una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. La presencia de cada persona en un encuentro o colectivo, determina el paso que venga. Reconocernos como parte de un proceso en constante transformación, es reconocer que vamos al ritmo de la vida misma.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

Las guardias indígenas de niños y niñas son una semilla de esperanza en la defensa del territorio. Desde temprana edad, asumen con compromiso el cuidado de la naturaleza, guiados por el conocimiento ancestral de sus mayores. Su participación mantiene la identidad cultural y garantiza la continuidad de la lucha por la vida.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

En cada paso que dan, las nuevas generaciones son la semilla de la sabiduría ancestral, transmitida a través de la vida en comunidad, las palabras y el ejemplo. Al integrarse desde la infancia en procesos de defensa ambiental, se convierten en guardianes del legado espiritual, cultural y ecológico de sus pueblos.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

La sabiduría indígena es una guía profunda y milenaria para la protección del ambiente. A través de sus conocimientos ancestrales, las comunidades han aprendido a convivir en equilibrio con la naturaleza, respetando los ciclos naturales que también nos habitan

Foto: Animales de Monte /Asociación Ambiente y Sociedad

La forma de vida, basada en el cuidado y la reciprocidad con la tierra, nos recuerda que no es un recurso para explotar, sino un organismo que se protege y se honra. Defender la tierra es escuchar y construir territorio.

Foto: Animales de Monte /Asociación Ambiente y Sociedad

El agua, fuente de vida y elemento sagrado, ocupa un lugar central en nuestras vidas; cuidarla es una necesidad, un deber espiritual y comunitario.

Foto: Johana Mendoza /Asociación Ambiente y Sociedad

Como lideresas, sembradoras, sabedoras y cuidadoras, su vínculo con la tierra va más allá de lo material: es una relación espiritual, ancestral y cotidiana. Las mujeres son el corazón de esta resistencia.

Segunda Parte: Especiales multimedia para destacar el impacto de organizaciones y líderes y lideresas ambientales

Por medio de dos cortos documentales y una serie fotográfica sobre la vida, la ONG busca sensibilizar y dar a conocer el impacto positivo que ha tenido en miles de personas de Nariño y Tolima varias iniciativas comunitarias que le apuestan a la soberanía alimentaria y el arraigo territorial que protege al ambiente.

Para Perla Cardoso la gallina es política. Desde 2012, cuando se unió al Grupo Semillas, Perla ha sido “madre” de 2.000 de estas aves que, según cuenta, le han enseñado sobre apropiación del territorio, sobre soberanía y sobre cultura en Natagaima, en el Tolima. En este sentido también es política la cría del cuy, como notó Conchita Matabanchoy hace más de cuarenta años, cuando comenzó a participar de la Asociación para el Desarrollo Campesino (ADC), un proyecto de soluciones agroforestales y de defensa ambiental en los alrededores de la laguna de La Cocha, en Nariño. 

Estas son solo dos de las protagonistas de las historias detrás de dos cortos documentales sobre el origen, las luchas y los logros del Grupo Semillas y de ADC, dos organizaciones que, durante décadas, han promovido alternativas al desarrollo en el Cauca, Tolima y Nariño. A estos registros se le suman dos cortos más: uno sobre el Acuerdo de Escazú y su importancia para los defensores ambientales y, el otro, sobre la participación y las principales conclusiones de la pasada COP16 de biodiversidad.

Por medio de estos documentales, así como de una serie fotográfica, Ambiente y Sociedad, con el apoyo de Climate and Land Use Alliance, CLUA, ha querido mostrar y destacar los rostros y voces de los y las campesinas y líderes que han asumido la lucha por la conservación de sus territorios y el cuidado ambiental. 

De esta manera, las personas podrán conocer sobre la historia del Grupo Semillas, una organización que nació hace más de 30 años como una iniciativa editorial, pero que también ha trabajado para acompañar y fortalecer proyectos locales alrededor de la defensa de la biodiversidad, de las semillas y de la soberanía alimentaria. Desde entonces, han beneficiado a más de 4.000 personas en iniciativas de generación de energía con biocombustibles, producción agroforestal y grupos de ahorro basados en principios de economía solidaria. 

En este especial multimedia también conocerán sobre la transformación de la comunidad que vive alrededor de La Cocha, la segunda laguna más grande de Colombia y que ha permanecido idéntica durante miles de años. Lo que ha cambiado, en apenas cuatro décadas, son las prácticas y costumbres arraigadas de su comunidad. Si hace 40 años la tala de madera y el carbón eran la principal actividad económica en los alrededores de la laguna un grupo de mujeres y habitantes de la región, quisieron ir en contra de esta corriente y buscar un enfoque alternativo para el desarrollo social, basado en la gestión de sus propios recursos. Con esta visión se fundó la Asociación para el Desarrollo Campesino, ADC.

Dejando SEMILLAS en la gente

Para Perla Cardoso la gallina es política. Desde 2012, cuando se unió al Grupo Semillas, Perla ha sido “madre” de 2.000 de estas aves que, según cuenta, le han enseñado sobre apropiación del territorio, sobre soberanía y sobre cultura. Así lo cuenta en este corto documental dedicado a mostrar el impacto social del Grupo Semillas para miles de personas.

Desde su creación en los años noventa, en medio de un país convulsionado y cambiante que estrenaba una nueva Constitución, el Grupo Semillas, que nació como una iniciativa editorial, ha trabajado para visibilizar y compartir experiencias locales alrededor de la defensa de la biodiversidad, de las semillas y de la soberanía alimentaria. Así han beneficiado a más de 4.000 personas en generación de energía con biocombustibles, producción agroforestal y grupos de ahorro de economía solidaria. La solidaridad, precisamente, es uno de los pilares más importantes pues, como cuentan sus miembros, lo mejor que tiene el Grupo Semillas son sus integrantes: “Es como una familia”, aseguran.

El riesgo de defender la vida

¿Los defensores del medio ambiente siempre van a ser perseguidos? Al menos en Colombia, los datos respaldan esta idea, pues en el país ocurren casi el 40% de los asesinatos de líderes ambientales en el mundo. Con este panorama sombrío comienza este corto documental, un recorrido por distintas regiones de Colombia a través de las voces de los propios líderes ambientales que, en este caso, no solo le ponen el pecho sino también la cara para hablar sobre su labor. 

Aprovechando la reciente COP16 como escenario de fondo, son las y los mismos líderes y lideresas quienes reconocen los riesgos que corren, pero también celebran las ventanas que se abren para ellos con la ratificación del Acuerdo de Escazú. Porque esta no es una historia de violencia. En este documental, cada uno de estos líderes ambientales encuentra en su voz una manera de contarle al mundo porque los datos no son suficientes para hacerlos renunciar a sus luchas. Sus objetivos y propósitos, reconocen, son más grandes que ellos y ellas, y por eso son inmortales.

¿Qué dejó la COP16?

La COP16 ha sido el evento ambiental más importante que ha recibido Colombia. Por primera vez, y por iniciativa nacional, se preparó un espacio gigante para que la sociedad civil participara en una agenda alterna y paralela a las negociaciones. 

Además, las negociaciones climáticas entre los Estados Parte del Convenio de Diversidad Biológica dejaron avances, especialmente sobre el reconocimiento de las formas de vida y prácticas de las comunidades afrodescendientes y pueblos indígenas como necesarias para la protección de la biodiversidad. 

Como uno de los participantes del evento, Ambiente y Sociedad se posicionó como uno de los campeones del Acuerdo de Escazú, un tratado internacional que brinda garantías para la protección de defensores ambientales y promueve el acceso a la información pública en latinoamérica. Este y más fueron algunos de los aspectos que la asociación produjo como reflexión final sobre el evento. 

Contra la corriente en La Cocha. 

Hace 40 años, la tala de madera y el carbón eran la principal actividad económica en los alrededores de la laguna de La Cocha, ubicada en Pasto, Nariño. Sin embargo, un grupo de mujeres y habitantes de la región, quisieron ir en contra de esta corriente y buscar un enfoque alternativo para el desarrollo social, basado en la gestión de sus propios recursos. Con esta visión se fundó la Asociación para el Desarrollo Campesino, ADC.

Durante los primeros años de ADC, además, también navegaron en contra de corrientes: el machismo imperante y la violencia armada que sufrió la región. Esta última le costó la vida y la seguridad a varios de sus miembros, y el machismo impedía ver una posibilidad de futuro en otras prácticas agrícolas. Pero hoy, décadas después, la resistencia de sus miembros y sus mujeres les ha permitido crear más de 15 reservas naturales y declarar a La Cocha como un humedal protegido internacionalmente por la Convención Ramsar. Lo que demuestra que, como sostienen los miembros de ADC y los habitantes de La Cocha, el que no conoce, no ama, no defiende y no conserva