. Perfil climático de Colombia – cuáles son las principales vulnerabilidades en materia de cambio climático.
1. Geografía y cambio climático
Frecuentemente se dice que aunque Colombia no tiene mucha incidencia en las causas del cambio climático, es uno de los países que más se verá (y se está viendo) afectado por el fenómeno climático, siendo el tercer país del mundo más vulnerable al cambio climático según la ONU. Esta alta fragilidad del país se debe a su posición geográfica y a su amplia diversidad física, biológica y cultural, condiciones que además de beneficiar al país, dificultan la anticipación de los efectos del cambio climático.
Colombia está ubicada en la zona intertropical, lo que le otorga una regularidad en términos de temperatura, una notable fluctuación de las precipitaciones, una alta humedad y una gran diversidad de especies vegetales. Además de su ubicación latitudinal, las características físicas del terreno que varían entre montañas, valles y llanuras y su cercanía a los océanos Atlántico y Pacífico, son los principales factores que configuran las condiciones atmosféricas del país. Cuenta con un área total de 2.070.408 km2, de la cual 55% corresponden al área continental y 45% a la superficie marítima. Su área continental se divide en cinco grandes regiones naturales denominadas Andina, Caribe, Pacífica, Orinoquia y Amazonia, y en los océanos Atlántico y Pacífico se cuenta además con las áreas marinas e insulares. Cada una de las regiones se subdivide en subregiones, las cuales presenta características propias en cuanto a la estructura económica, social y cultural, así como en la variedad de climas, ecosistemas y especies [8].
Las regiones Atlántico y Pacífico cuentan con extensas costas en el mar Caribe y en el océano Pacífico respectivamente, y presentan áreas montañosas de diversas alturas con condiciones climáticas diferenciadas: más secas en la primera y más húmedas en la segunda. En ambas regiones se desarrollan actividades pesqueras, agropecuarias y mineras, sin embargo las actividades industriales, comerciales y turísticas predominan en la región Caribe, y la extracción forestal y la maricultura complemente la economía en la región Pacífica. Las tres cordilleras ubicadas en el centro del país, que lo cruzan del suroeste al noreste, y los sistemas fluviales que hay entre ellas conformar la región Andina. Cortando paralelamente estas cadenas de montañas y entre ellas, discurren los dos principales sistemas fluviales del país, el Cauca en el oeste y el Magdalena en el este [9], los cuales desembocan en el mar Caribe y representan de muchas maneras el centro neurálgico de la economía del país.
Entre estas montañas y entre los valles interandinos vive la gran mayoría de la población colombiana y es donde se desarrollan las actividades económicas más importantes del país, encontrando una alta densidad de actividades agropecuarias, extractivas, industriales y de servicios. Esta amplia concentración poblacional y de actividades económicas responde a la gran diversidad físico-biótica y la alta disponibilidad de agua que ofrece la variación altitudinal de las cordilleras. Al oriente se encuentra la región Orinoquía, también conocida como Llanos Orientales, donde se lleva a cabo una intensa actividad ganadera desarrollada sobre amplias sabanas fragmentadas por angostos bosques de galería, así como la explotación de petróleo. Finalmente, al sur se encuentra la región Amazónica, área con la menor densidad poblacional del país pero con la mayor riqueza en biodiversidad. Está cubierta por espesas selvas las cuales están en su mayoría bajo alguna figura de conservación, ya sea por pertenecer a territorios indígenas, a reservas forestales o al sistema nacional de parques nacionales naturales.
Esta alta diversidad geográfica, ambiental y económica, acompañada por múltiples grupos sociales y culturas, dificulta la definición exacta de las transformaciones y afectaciones que el fenómeno global del cambio climático está o estará ocasionando a nivel regional y local. Sin embargo, a partir de escenarios climático, se han identificado los posibles cambios en las condiciones climáticas del país, así como algunos impactos y afectados.
Según informes nacionales, la temperatura promedio del aire en Colombia aumentará 1,4°C para los años 2011 a 2040; 2,4°C para 2041 a 2070 y 3,2°C para el periodo 2071 a 2100. Los aumentos más significativos se ubicarían en los departamentos de Norte de Santander, Risaralda, Huila, Sucre y Tolima. Las estimaciones de los cambios probables en la precipitación anual establecen que las reducciones más significativas de lluvia se darían especialmente en gran parte de los departamentos de la región Caribe, ellos serían: Sucre (-36,3%), Córdoba (35,5%), Bolívar (-34,0%), Magdalena (-24,6%) y Atlántico (-22,3%). En la región Andina, los departamentos de Caldas (-21,9%) y Cauca (-20,4%) tendrían igualmente importantes reducciones en los volúmenes de precipitación media anual, al igual que en la Sabana de Bogotá que se espera reducciones de precipitación del orden de 11% para el periodo 2011-2040. Por otra parte, en los departamentos de Vaupés, Chocó, Guainía, Amazonas, Vichada y San Andrés se espera incrementos en las precipitaciones [10].
Aunque el cambio climático se considera como cambios en los patrones climáticos a largo plazo, éste se manifiesta en el corto plazo con un aumento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos climáticos. En Colombia los cambios en las precipitaciones, el incremento en las temperaturas, y los patrones de lluvias y sequías extremos son los principales efectos del cambio climático que han acarreado graves pérdidas y consecuencias para todos los sectores de la economía y regiones del país. Tal es el caso de la frecuencia e intensidad de los fenómenos de El Niño y La Niña. Para el periodo 1997 – 2011 se presentaron un total de 5 Niños y 5 Niñas en el país (IDEAM 2012). El fenómeno de la Niña ocurrido entre 2010 y 2011 fue uno de los más fuertes de su género según señalan los registros de los organismos especializados, los cuales confirmaron además que Colombia, al lado de la India y Pakistán, fueron los países más afectados en el planeta por ese fenómeno natural[11]. Así mismo, el Niño ocurrido en 2010, ocasionó que más de 400 municipios colombianos se quedaran sin agua, la gran mayoría en la costa caribe, donde el bosque seco ha sido reemplazado por áreas agropecuarias, así como una mayor recurrencia de inundaciones en la zona andina, región con la segunda tasa más alta de deforestación [12]. Lo anterior manifiesta no solo la existencia y magnitud creciente de estos fenómenos, sino también la innegable relación de las condiciones climáticas con otros factores territoriales (vegetación, uso del suelo, actividades económicas) y con la toma de decisiones, que demostró que las políticas sectoriales y territoriales no habían incorporado adecuadamente consideraciones de cambio climático para reducir su vulnerabilidad.
Además del aumento en la frecuencia de eventos extremos como inundaciones, lluvias fuertes, tormentas tropicales, vendavales y deslizamientos, existen otros efectos del cambio climático resaltados por las instituciones ambientales nacionales: el aumento en la incidencia de las enfermedades transmitidas por vectores, la aridización, erosión y desertificación de suelos, los cambios en los ciclos hidrológicos, el mayor riesgo a inundaciones por aumento de caudales y del nivel del mar, la reducción del glaciares, páramos y especies marinas, y por tanto, de sus servicios ambientales[13]. Todo lo anterior afecta de manera diferencial las comunidades humanas, sus prácticas culturales, sus medios de vida, su infraestructura y sus actividades económicas, asegurándose que los más vulnerables son los pobladores rurales y pobres, ubicados en las áreas costeras y de montaña. Esta situación puede ser particularmente crítica, si se tiene en cuenta que gran parte de la población de Colombia habita en las montañas de la región Andina y en las áreas costeras, además, su abastecimiento para el consumo depende de microcuencas que en su gran mayoría nacen en la alta montaña [14].
1.2 Vulnerabilidad social
Colombia es uno de los países más vulnerables al cambio climático, aunque solo contribuye con el 0,37% de las emisiones de efecto invernadero globales. Su bajo nivel de incidencia en la causa principal del cambio climático, se contrarresta con las altas pérdidas económicas estimadas por el Banco Inter-Americano de Desarrollo y el Departamento Nacional de Planeación: más de 8 billones de dólares en los próximos cuatro años [15], y si el país no logra adaptarse al cambio climático, en 90 años el país perderá anualmente el 0,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Además de la alta vulnerabilidad en términos financieros, según el IDEAM, el país presenta altos grados de vulnerabilidad en diferentes sectores, ecosistemas o actores sociales, de los cuales identifica como los más importantes los ecosistemas de montaña, bosque y costa; los recursos hídricos; la hidro-energía; la agricultura y los asentamientos humanos[16]. Todas estas vulnerabilidades –además de otros factores poco estudiados como el contexto histórico, la capacidad de gestión, la calidad de vida, los conocimientos y saberes locales- configuran de manera articulada, la vulnerabilidad de la sociedad colombiana.
El asentamiento de la mayor parte de la población y de las actividades económicas del país en las áreas de media y alta montaña, donde están previstos problemas de escasez hídrica e inestabilidad de suelos, y en las costas, donde hay un aumento del nivel del mar e inundaciones, pueden afectar los asentamientos humanos, actividades económicas[17] y dinámicas culturales. La pérdida o transformación de ecosistemas específicos (como páramos, selvas, glaciares), así como el cambio en las condiciones climáticas, afecta de manera significativa a pobladores rurales (indígenas y campesinos), ya que sus actividades económicas, sociales y rituales están asociados a ciclos ambientales y elementos físico-bióticos altamente transformados por el cambio climático, convirtiéndolos en actores altamente vulnerables.
Los ciudadanos rurales junto con los urbanos de algunas ciudades, y también ciertas industrias presentan importantes niveles de vulnerabilidad, tanto por las afectaciones en los agroecosistemas, en la salud, en la disponibilidad del recurso hídrico, y en el abastecimiento de energía hidroeléctrica. Gran parte de los agro-ecosistemas de la región andina son vulnerables a los efectos de la aridización y a los cambios en el régimen hidrológico, donde las disminuciones pueden generar problemas en el suministro de agua. Contrario ocurre en algunas zonas de la región atlántica, donde los agro-ecosistemas, los asentamientos humanos y la infraestructura industrial y turística presentan mayor riesgo de inundaciones y afectaciones por el aumento del nivel del mar, el cual ha sido estimado entre los 0,4 y 0,6 metros en el presente siglo. Las posibles sequías como la producida durante El Niño 1991 y una tendencia mayor a eventos extremos -principalmente lluvias extremas, puede generar daños sobre la infraestructura de las hidroeléctricas y reducir el potencial energético, el cual corresponden a un 85% de la energía eléctrica consumida en el país. La infraestructura en todo el país puede verse afectada por la mayor frecuencia de eventos extremos (en especial inundaciones, tormentas tropicales y deslizamientos). Los impactos mencionados también van a afectar los principales sectores de la economía colombiana, lo que deteriorará aún más las condiciones de habitabilidad y la calidad de vida de poblaciones desplazadas y pobres, tanto en ámbitos rurales como urbanos [18].
Adicionalmente, los múltiples impactos ocasionados por del cambio climático podrían acelerar los procesos de desplazamiento y migraciones internos, afectar la calidad de vida de los colombianos, amenazar el desarrollo humano y la equidad social y aumentar el número e intensidad de conflictos socio-ambientales en el país [19]. Todo esto repercutiría en el aumento de los niveles de vulnerabilidad social.
La articulación de los impactos del cambio climático (mayores eventos extremos de lluvias, generan inundaciones, las cuales pueden afectar áreas cultivadas y vías, desabasteciendo mercados locales y regionales y afectando la soberanía alimentaria) dificulta la delimitación del impacto en sí, complejizando la identificación del nivel de vulnerabilidad de un determinado grupo social. Además, existen factores no climáticos (pobreza, tecnología, conocimientos) que pueden afectar (aumentar o disminuir) la sensibilidad de un sistema humano a estímulos climáticos, así como su exposición frente a los impactos [20].