Por: Karla Díaz Parra_Asociación Ambiente y Sociedad
Publicado en Blog ImpactoSocioAmbiental El Espetcador
Frente a la Interseccional de la Conferencia de Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), que se llevó a cabo en la ciudad de Bonn, Alemania (30 al 10 de mayo), se organizó el Workshop “Addressing the big 4 drivers of deforestation” liderado por Global Forest Coalition (GFC) los días 5 y 6 de mayo. Asociación Ambiente y Sociedad participó de manera activa en estos dos espacios, y comentamos acerca de los temas tratados en el Workshop por ser de gran interés para el contexto colombiano.
En el taller se dieron cita más de 50 activistas representantes de organizaciones ambientalistas, procedentes de países productores y consumidores de cultivos y objetos provenientes de actividades asociadas cuatro principales motores de deforestación: palma de aceite, soya, ganadería y productos maderables. Países productores, como el caso de Australia y Portugal, implicados en el comercio de madera, pusieron de presente los patrones de deforestación ligados a la tala de bosques para la obtención de pulpa de madera y la contaminación causada por la conversión en bioenergía de los residuos, tal como lo afirmó Peg Putt y Oliver Munnion.
Miguel Lovera, representante de la Organización Iniciativa Amotocodie de Paraguay, presentó el caso de su país ligado a la expansión ganadera, particularmente en zonas de alto valor ecológico como la región del Chaco.
En primer lugar, en Paraguay presenta una expansión de la cría de ganado en zonas de frontera agrícola e importancia ambiental; en segundo lugar, si bien las exportaciones de carne son altas, los ingresos del país luego de beneficios tributarios otorgados a este sector de la economía son muy menores. En tercer lugar, la expansión de la ganadería atenta contra la integridad física y cultural de los pueblos indígenas, especialmente del pueblo Ayoreo que vive en aislamiento voluntario.
Lovera planteó varios elementos que son de interés para los debates en Colombia, pues la expansión de la ganadería, plantea retos que necesitan inmediata atención en la agenda frente al cambio climático. Según, el Observatorio de agronegocios e industria de alimentos de la Universidad de los Andes, en Colombia, la cría y levante de ganado es el tercer mayor motor de deforestación, después de la acumulación de tierras y el cultivo de coca. Este tipo de actividad se ha ubicado en la zona de frontera agrícola y en los últimos 20 años la cría de ganado ha significado la pérdida de más del 20% de la Amazonía., Esta tendencia no parece disminuir ya que el levante de ganado en esta región tiene una tasa de crecimiento de entre 5% y 8% para los próximos años.
Finalmente, la expansión de la ganadería en zonas de frontera agrícola puede afectar ecosistemas estratégicos y la vida y cultura de pueblos indígenas. En el caso de la Amazonía, vale recordar que fue el gobierno nacional durante la década de 1950 y 1960 que inició la política de colonización dirigida soportada en la economía ganadera. De ahí la importancia de que se tomen medidas para desincentivar este tipo de economías que pueden impactar negativamente los esfuerzos nacionales de conservación para mitigar el cambio climático.
En el caso del monocultivo de palma, Indonesia presentó datos alarmantes sobre los riesgos ambientales y sociales de la expansión de este monocultivo. En primer lugar, el cultivo de palma es poco intensivo en mano de obra, tan sólo un trabajador por cada 8 hectáreas. En segundo lugar, el cultivo de palma de aceite tiene por principal destino los biocombustibles, causando que la expansión de este cultivo se haga , en detrimento de economías locales, y resulta en una disminución de la disponibilidad de alimentos para el consumo humano favoreciendo la generación de energía, por lo cual se afecta la soberanía alimentaria.
En tercer lugar, se mencionó que el cultivo de palma requiere una gran inversión y un gran músculo financiero para esperar los rendimientos a largo plazo. Finalmente, el cultivo de palma en Indonesia ha implicado el desplazamiento de las comunidades de sus territorios.
Según Colombia Plural, de las 7.2 millones de hectáreas destinadas por la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA) para las Zonas de Desarrollo de Interés Rural, Económico y Social (ZIDRES), 5.5 millones hectáreas, es decir, el 75.5% concuerdan con las áreas aptas para el cultivo de palma africana. No ha sido pues casualidad que Fedepalma haya sido reiterativo en el papel del Meta en la ampliación de este cultivo, ni que en el 2014 se vinieran realizando estudios en los llanos orientales para aprender la experiencia de Brasil en torno al cultivo de palma, en lo que se denominó el “milagro del cerrado”.
La experiencia de Brasil muestra que el cultivo de soja y palma de aceite ya alcanzó la Amazonía, dejando tras de sí una gran catástrofe ambiental a causa de la deforestación y la construcción de infraestructura para su comercialización, como lo afirmó Diana Aguilar, de la Organización FASE de Brasil, presente en el taller. Los monocultivos de palma, que inundaron el 22% del territorio brasileño, dejaronó tras de sí grandes impactos ambientales a causa de la modificación de suelos en zonas de sabana, afectando acuíferos y zonas abastecedoras, además de graves afectaciones a comunidades nativas que fueron desplazadas.
En el caso colombiano, los conflictos socio ambientales relacionados con el cultivo de palma podrían asociarse con la ampliación de la deforestación, en el caso de las ZIDRES, bordeando el bioma Amazónico. Es válido recordar que las ZIDRES son una figura que por su naturaleza permite la acumulación de baldíos en zonas que aún no han sido “efectivamente” explotadas. De igual forma, las fallas en el reconocimiento de zonas de importancia ambiental como humedales, el Área de Manejo Ambiental de la Macarena (AMEM), los distritos de manejo integrales, los distritos de conservación de suelos, las zonas de recargas de acuíferos, entre muchos otros reconocidos por las Corporaciones Autónomas Regionales, así como las Zonas de Reserva Campesina (ZRC) en las ZIDRES, según lo plantea Jenifer Mojica de Prodeter, es un riesgo inminente para estos ecosistemas y sus comunidades.
Además, vale recordar que el país ya conoció el caso de desplazamiento y acumulación de tierras a manos de la multinacional Poligrow con su cultivo de palma en Mapiripán – Meta.
En el desarrollo del taller, Simón Lovera, miembro de Global Forest Coalition, afirmó que es importante construir mejor información sobre los flujos comerciales entre países productores y compradores, pues esta responsabilidad compartida debe ser asumida como tal por los países en las discusiones sobre cambio climático. Si Colombia hoy está deforestando la Amazonía y la Orinoquía para satisfacer el mercado internacional con carne y biocombustible, los países que hacen parte de la cadena deben tomar medidas para reducir el consumo y su producción.
Al respecto es importante resaltar que la Unión Europea está negociando la futura política de bioenergía bajo una fuerte presión y cabildeo de la industria de la palma, no obstante, un número importante de miembros del del Parlamento Europeo decidió en enero de 2018 que debe dejar de utilizarse aceite de palma como materia prima para la producción de biocombustibles y como combustible en centrales eléctricas para 2020.
En este sentido, los acuerdos comerciales también tienen que ser vistos desde una perspectiva de acción climática. Pablo Solón, de la fundación Solón de Bolivia hace un llamado para que en el acuerdo que se está negociando entre la Unión Europea y Mercosur sean considerados criterios ambientales y sociales en un contexto de “asimetrías”, en el que se reconozcan las diferencias de poder entre estas economías y se promueva un modelo de intercambio diferente al tradicional: materias primas vs productos industriales.
Entre los países cuyas inversiones propician estos motores de deforestación fue recurrente la mención al papel de China en la expansión de los monocultivos de palma y la ganadería. En el caso colombiano, la Asociación Ambiente y Sociedad ha inventariado los intereses de china en diferentes sectores que pueden causar deforestación como es el caso de la industria petrolera en la Amazonía colombiana.
Esta discusión resulta muy relevante para América Latina y particularmente para Colombia, pues pese a que en la agenda nacional se avanza en la consolidación de la estrategia REDD+, la deforestación se disparó en el último año y la frontera agrícola no deja de ampliarse. En nuestro caso, el principal motor de deforestación es la acumulación de tierras (60-65%), seguido por los cultivos de coca (20%-22%). Ahora bien, dentro del 60% y 65% que corresponden a la acumulación, se encuentra encubierta, principalmente, la expansión de la ganadería en zonas de importancia ambiental.
A pesar de la avalancha de recursos recibidos por el país para combatir el cambio climático, las acciones nacionales para enfrentarlo siguen sin concretarse y la deforestación avanza desmedida. Tan sólo en el año 2016 fueron deforestadas más de 170.000 hectáreas de bosque, y al mismo tiempo, la ganadería y la palma de aceite y soya muestran tendencia al crecimiento.
Según el boletín número 14 del primer semestre del 2018, lanzado por el Sistema de Monitoreo de Bosques y Carbono (SMBYC), los parques nacionales Tinugüa y la Serranía del Chiribiquete están siendo deforestados. El 63% de estas alertas de deforestación se encuentran en territorio amazónico, seguido por el Pacífico con un 24%.
En conclusión, la expansión de la ganadería y el monocultivo de palma podrían incidir de manera negativa en las acciones de Colombia frente al cambio climático. Por ello, es urgente hacer claro y visible el riesgo que representan los monocultivos, la ganadería y el comercio de madera para la deforestación, para así ligarlo con los bosques y que de esta forma sean incluidos en los espacios de decisión sobre cambio climático más allá de los intereses comerciales de países consumidores.
Este reconocimiento implica que los países hagan frente a estos motores de deforestación, reconociendo además la relación que existe entre ellos y los derechos fundamentales de las comunidades locales y pueblos indígenas. En este sentido, el respeto por las formas de vida de las comunidades pasa por el reconocimiento del papel de las comunidades locales en la protección de los ecosistemas y la lucha contra el cambio climático.
La Asociación Ambiente y Sociedad ha venido trabajando en ello, poniendo de presente en espacios internacionales, como este, la necesidad de construir propuestas con las comunidades frente al cambio climático. La experiencia de monitoreo forestal comunitario construida con el pueblo Arhuaco y las comunidades afrolatinoamericanas del pacífico también fueron presentadas durante la intersesional en Bonn.
Es necesario que el país empiece a tener posturas claras, pues no es posible seguir hablando de acciones climáticas, si no se toman medidas frente a la expansión de sus causas, más aún cuando nuestra realidad muestra que no hay garantías para las poblaciones que habitan estos territorios y que muchos defensores ambientales siguen siendo asesinados en los mismos territorios en donde se expanden los agro-negocios.