Parece poco probable que una máquina del tamaño de un ataúd podría vencer a los satélites más avanzados de la NASA en el descubrimiento de una de las mayores crisis ambientales del mundo. Sin embargo, en 1982, el medidor Dobson, cuyas lecturas tenían que enviarse por barco desde la Antártida a un equipo de investigadores en el Reino Unido, reveló lo que los encargados de monitorear los satélites de la NASA habían aparentemente pasado por alto y lo que algunos científicos habían temido durante mucho tiempo: una misteriosa caída en los niveles de ozono.
La noticia de que la acumulación de gases nocivos en la atmósfera de la Tierra había abierto un gran agujero en la capa de ozono sorprendió a todos y dio lugar a temores de un aumento del cáncer de piel en todo el mundo.
Al darse cuenta del peligro que representa un agujero en esta capa, el mundo reaccionó y comenzó a eliminar gradualmente los clorofluorocarbonos (CFCs), que contienen el cloro que daña el ozono, en virtud de un tratado internacional conocido como el Protocolo de Montreal. El protocolo ha sido desde entonces universalmente ratificado por 196 países y la Unión Europea.
El resultado de este esfuerzo internacional es uno de los mayores éxitos del movimiento ambientalista, que ha tenido como momento cumbre la publicación, en la revista Science la semana pasada, de la constatación de que existen ya pruebas claras según las cuales el agujero en la capa de ozono está finalmente empezando a sanar.
“Esta es una historia muy positiva”, señala el Dr. David Fahey, Director de la División de Ciencias Químicas del Laboratorio de Investigación del Sistema Tierra de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos, y copresidente del Comité de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal. “El mundo entero ha participado en el control de las sustancias que agotan el ozono. Todo el trabajo entre bastidores ha dado sus frutos. Estamos revirtiendo lentamente la tendencia”.
El papel desempeñado por el espectrofotómetro Dobson de ozono no puede ser subestimado. Las extrañas lecturas que presentó dieron al mundo la primera evidencia científica de que los CFC, que eran ampliamente utilizados en los aerosoles y refrigeradores hasta el momento, se acumulaban rápidamente en la atmósfera, abriendo un gran agujero en la capa de ozono. Las consecuencias potenciales para la salud de los seres humanos, animales y plantas eran devastadoras.
La capa de ozono actúa como un escudo protector que bloquea la mayoría de los rayos ultravioleta de alta frecuencia del sol, que pueden causar cáncer de piel y cataratas en los seres humanos y desencadenar problemas reproductivos en peces, cangrejos, ranas e incluso en el fitoplancton.
Con la noticia de Science de que la capa de ozono está comenzando a sanar, los científicos aseguran que la eliminación de las sustancias que agotan el ozono está funcionando.
“Una mejor estimación es que alrededor de la mitad de la sanación de la capa se debe a los cambios en el cloro puestos en marcha con el Protocolo de Montreal”, según señala la autora del trabajo de investigación, la profesora Susan Solomon, del Massachusetts Institute of Technology, MIT. La otra mitad de la sanación puede ser causada por los cambios meteorológicos estacionales sobre la Antártida, aunque los científicos dicen que se necesita más investigación para determinar la causa de estas variaciones.
La profesora Solomon y los científicos detrás de los hallazgos más recientes explican que el agujero se contrajo en un área equivalente al tamaño de la India entre el año 2000 y septiembre de 2015, es decir, aproximadamente cuatro millones de kilómetros cuadrados en 15 años. Los investigadores afirman que, mientras que otros estudios han demostrado la disminución de la abundancia y la influencia de los CFC sobre la capa de ozono, este nuevo estudio es pionero en mostrar “las primeras huellas de la curación”, esto es, que la capa de ozono está en realidad empezando a crecer de nuevo.
Hasta la fecha, más de 98% de los productos químicos que adelgazan la capa de ozono (alrededor de 2,5 millones de toneladas métricas) se han eliminado a nivel mundial bajo el Protocolo de Montreal, que es el primer tratado universalmente ratificada en la historia de las Naciones Unidas. Como resultado de esta reducción, se espera que el agujero de ozono antártico vuelva a los niveles anteriores a 1980 hacia la mitad de este siglo.
Algunos de los sustitutos clave que se han utilizado en lugar de las sustancias que agotan el ozono son los hidrofluorocarbonos (HFC), un grupo de sustancias químicas que tienen un alto potencial de calentamiento global. Estos llamados “súper gases de efecto invernadero” se utilizan principalmente en los refrigeradores y aparatos de aire acondicionado. Las partes en el Protocolo de Montreal han acordado que van a trabajar en el Protocolo de Montreal en 2016 con una enmienda sobre HFC mediante la resolución de problemas y la generación de soluciones.
Una disminución gradual de HFC evitaría 0,4°C de calentamiento para el 2100, una contribución fundamental a la mitigación del cambio climático y a la aplicación del Acuerdo de París para mantener el aumento de la temperatura global por debajo del peligroso límite de 2°C este siglo.
“El éxito de los esfuerzos para curar la capa de ozono proporciona un verdadero estímulo a un mundo que se enfrenta a múltiples problemas ambientales”, dijo el Dr. Fahey. “Esto significa que hay esperanza de que el mundo puede actuar unido como un grupo y solucionar el próximo gran problema, el cambio climático”.