Fuente: El Tiempo
La copresidenta del IPCC, Valérie Masson-Delmotte, pide a la sociedad usar la evidencia científica.
Por: Tatiana Pardo Ibarra
Elegida dentro de los diez científicos más influyentes del 2018, según la revista Nature, Valérie Masson-Delmotte, copresidenta del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), le presentó al mundo en octubre del año pasado un reporte que, sin exagerar, podría definir nuestro futuro en términos de seguridad y sostenibilidad.
Elaborado por 91 autores de 40 países, el informe señala las diferencias sustanciales que hay entre limitar la temperatura del planeta a 1,5 °C en lugar de 2 con respecto a los niveles preindustriales. Sequías e inundaciones más extremas, un aumento en el nivel del mar de 10 centímetros, pérdida de biodiversidad (para algunos casos, como vertebrados, plantas e insectos, de por lo menos la mitad de su rango de distribución), un océano Ártico sin hielo en el verano, propagación de enfermedades como malaria y dengue, migraciones, conflictos sociales alrededor del agua y la tierra, y la desaparición de los arrecifes de coral son algunos de los escenarios. Evitarlos requiere de transiciones “rápidas, de gran alcance y sin precedentes” en los próximos 12 años.
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La científica francesa Masson-Delmotte estuvo en Colombia la semana pasada, junto a otros miembros del IPCC, ajustando los detalles de un nuevo reporte. EL TIEMPO aprovechó para hablar con ella, y lanzó algunos mensajes claves: Cada decisión cuenta, medio grado centígrado hace la diferencia, las generaciones jóvenes sufrirán los impactos más graves del calentamiento global y se requiere diversificar la economía urgentemente, con justicia social.
Ya han pasado algunos meses desde la publicación del reporte de 1,5°C, ¿qué tanto cree que la sociedad civil lo digirió?
A la gente le impactó el hecho de que medio grado centígrado fuera tan importante, pero incluso este asombro ocurrió dentro de la comunidad científica que se dedica a la modelación del clima. Cuando fuimos invitados a hacer este reporte en el 2015, durante la Cumbre del Clima en París, fue porque algunos países, particularmente los más vulnerables como las islas, no estaban de acuerdo con el límite de 2 °C al finalizar el siglo, pero teníamos que entender cuáles eran las diferencias en términos de impactos y riesgos. Fue un reto porque no había la suficiente literatura científica.
A mis vecinos yo suelo darles la analogía de la temperatura de un bebé. Es una persona frágil y si su temperatura cambia aunque sea un grado centígrado, por ejemplo de 36,5 a 37,5, ya puedes ver señales de incomodidad, que para algunos bebés serán más notorias que otros. Pero si sube medio grado más ya sentirás la fiebre, y si llega a 38,5 los riesgos son más altos y la situación podría tornarse grave. Aunque el ejemplo no es perfecto, sí da un sentido de que cuando trabajas con balances tan frágiles como biodiversidad, ecosistemas, tierras, océanos y personas, medio grado es demasiado importante y hace la diferencia.
No me imagino hablar con los políticos o empresarios poderosos con esta analogía de Tierra = bebé
(Risas) No, claro que no. A ellos les encanta hablar en dólares. Pero los modelos económicos son realmente malos a la hora de considerar las consecuencias económicas de la pérdida de biodiversidad, de ecosistemas disfuncionales o de los daños ocasionados por el cambio climático.
Hay actividades beneficiosas a corto plazo pero que pueden ser muy dañinas a largo plazo. Si pierdes humedales y bosques, también estás perdiendo sus servicios, su capacidad de manejar la variabilidad hidrológica para la adaptación y su capacidad de almacenar carbono. Esto también es plata, pero no lo ven.
Cuando trabajas con balances tan frágiles como biodiversidad, tierras, océanos y personas, medio grado es demasiado importante y hace la diferencia
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Valérie Masson-Delmotte
Copresidenta del IPCC, Valérie Masson-Delmotte.
Foto: Tatiana Pardo Ibarra
¿Pueden ser los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro tan poderosos como para poner a tambalear el Acuerdo de París?
Estoy muy nerviosa entre los vínculos que hay entre la ciencia y la sociedad. Ellos dijeron cosas que la gente quería escuchar y lograron que votaran por ellos. Mi rol era presentar un informe riguroso y lo más simple posible para que se entendiera, lo demás está en las manos de la sociedad. Es sobre cómo se usa la ciencia para tomar decisiones correctas y cuánto se utiliza la evidencia científica en los debates.
Ocurrió algo interesante y es que antes de la elección de Trump, el cambio climático no era un tema que llamara la atención y ahora lo es más que nunca. Pero descartar o ignorar la ciencia no hará que el problema desaparezca.
Por falta de literatura científica, ¿qué puntos no alcanzaron a abordar en el informe de 1,5 °C?
Hay muchas cosas que están ligadas a la ética y al legado que le estamos dejando a las generaciones jóvenes, y eso no lo podemos medir con exactitud. Pero tampoco cuánto cuesta el cambio climático, especialmente para los países más vulnerables porque no tienen los datos ni estudios; ni los costos-beneficios de la adaptación entre 1,5 y 2 °C para ellos. Lo que sí podemos decir es que hay algunas economías que estarán en riesgo si no hacen parte del cambio y si algunos sectores empresariales no se adaptan, sencillamente desaparecerán.
Por ejemplo, frente a la dependencia de los combustibles fósiles, es obvio que estas transiciones podrían ser potencialmente dañinas para estas economías, para su desarrollo pero también para los modos de vida de la gente que trabaja y depende de ellas. Es un hecho para Polonia, para Rusia, para algunos sectores de Estados Unidos y para Arabia Saudita. Todas las transiciones tienen riesgos y esto no puedes ignorarlo, y por eso hay que empezar a diversificar la economía y tener las alternativas desde ya.
Todo el tiempo pienso en el legado que les dejaremos a los más jóvenes y en cómo seremos vistos por ustedes en unos años
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¿Qué novedades tiene este informe de suelos que presentarán este año?
Incluimos información nueva sobre erosión y degradación de suelos. No te puedo contar todo pero, el capítulo cuatro habla sobre transiciones en la tierra. La idea es saber cómo, combinando adaptación y mitigación, puedes mejorar las prácticas de agricultura, en la medida en que sean más resilientes en un clima cambiante. Miramos distintas dimensiones –desde geofísicas, ambientales (agua), económicas, sociales y culturales– y nos dimos cuenta de que hay varias opciones disponibles, solo hay que implementarlas rápido. Muchas son transversales.
El quinto capítulo es sobre sustentabilidad, que para mí es el más importante porque te muestra cómo cada decisión importa. Lo que nos dice el análisis es que si pones mucha atención a quienes son más vulnerables al cambio climático, a las personas y ecosistemas, y los proteges, será muy importante para el desarrollo de un país.
¿Un desarrollo sostenible pensado desde los más vulnerables al cambio climático?
Cuando piensas en estrategias de adaptación puedes verlo de distintas maneras. Puedes decir ‘vamos a preservar la infraestructura clave, la industria clave, la población rica’ o puedes pensar en quiénes son los más afectados y plantear estrategias de adaptación que funcionen para aliviar sus vulnerabilidades y ayudar al desarrollo de los más pobres. Se trata de impulsar el bienestar mientras proteges a las personas de las consecuencias del cambio climático.
Desarrollo, adaptación y mitigación deben ir siempre juntos. Esa es la noción de resiliencia climática. Si no lo haces tendrás crisis sociales.
¿Tiene esperanza en que estas transiciones sean lo suficientemente rápidas como el problema lo amerita?
Más que en la esperanza, creo en la determinación. Pero hay algunas cosas que sí me dan mucha esperanza, particularmente la inteligencia humana. Hay demasiado potencial aquí. Y cuando informas a la gente, cuando tienen acceso a la verdad, puedes ver cambios en el comportamiento por intereses comunes, se genera una conciencia colectiva. Si cada producto que está en el mercado dijera, detalladamente, las consecuencias ambientales, sociales y de salud que trae (o hay detrás de su producción), seguro que se tomarían mejores decisiones.
Otra cosa es que ahora hay opciones más responsables que hace diez años no existían. Y también siento que la gente está lista para el cambio y está esperándolo, especialmente los más jóvenes. Esta no es una responsabilidad solo de las grandes compañías y Gobiernos, es de todos.
Desarrollo, adaptación y mitigación deben ir siempre juntos. Esa es la noción de resiliencia climática. Si no lo haces tendrás crisis sociales
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Usted tiene dos hijas, ¿qué dicen ellas de lo que hace? ¿de los resultados de sus investigaciones?
El reporte del IPCC de 1,5 °C lo hicimos para las personas jóvenes. Cuando hablamos de emisiones globales de aquí a 2030-2050, eso es mañana, es el mundo de ustedes. Lo hicimos porque tenemos que entender qué es lo que esto implica para estar más o menos listos para ese mundo y afrontarlo en términos de gestión del riesgo y adaptación. Pero si no ocurren acciones rápidas y sin precedentes, presenciaremos consecuencias irreversibles en la pérdida de biodiversidad y mayores crisis para las sociedades vulnerables.
En cuanto a mis hijas, no sé cómo expresarlo bien. Creo que ellas piensan que yo soy parte de la producción del conocimiento y esperan cambios con eso. Me ven como una intelectual pero no alguien que cambiará la sociedad, ¿me entiendes? Ellas se sienten parte del cambio, en lo que comen, en cómo compran su ropa de segunda mano, en cómo se movilizan. Están desarrollando su propia identidad siendo parte de la solución.
Para ser sincera, todo el tiempo pienso en el legado que les dejaremos a los más jóvenes y en cómo seremos vistos por ustedes en unos años.
TATIANA PARDO IBARRA
Twitter: @Tatipardo2
tatpar@eltiempo.com