19 de diciembre de 2014 – No. 194 – Año 2014
Meena Raman, Indrajit Bose
Poco después de la una de la madrugada del domingo 14 de diciembre, casi cuarenta horas después del cierre programado de la 20ª Conferencia de las Partes (COP 20) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se adoptó la “Llamada de Lima para la Acción Climática”. Fue el resultado de dos semanas de intensa labor del Grupo de Trabajo Especial sobre la Plataforma de Durban para una acción reforzada (ADP, por sus siglas en inglés) y una hazaña que parecía prácticamente imposible, en la medida que las negociaciones estaban a punto de colapsar.
El ADP es el órgano encargado del proceso para llegar a un nuevo acuerdo climático, que debe concluir en París el próximo año en el marco de la Convención de las Naciones Unidas y deberá entrar en vigor en 2020. La decisión final no fue fácil y debieron elaborarse varias versiones del documento antes de que las Partes pudieran adoptarlo.
Las versiones anteriores del proyecto de decisión, preparado por los copresidentes del ADP, no reflejaban la opinión de varias Partes que son países en desarrollo. Por otro lado, hay cuestiones en las que las Partes siguieron profundamente divididas. Con las negociaciones a punto de fracasar, la responsabilidad de evitar el colapso recayó en el presidente de la COP 20, el ministro del Ambiente del Perú, Manuel Pulgar-Vidal.
El viernes 12 de diciembre, los copresidentes del ADP, Artur Runge-Metzger (Unión Europea) y Kishan Kumarsingh (Trinidad y Tobago), habían preparado, bajo la dirección de Pulgar-Vidal, un proyecto de decisión que distribuyeron a última hora de la tarde. Las Partes habían solicitado más tiempo para estudiar la decisión y en la noche se suspendió la sesión del ADP.
El sábado 13, cuando se convocó nuevamente al ADP, la mayoría de los países en desarrollo manifestaron su rotundo rechazo al texto preparado por los copresidentes. Argumentaron que era desequilibrado y no reflejaba cuestiones clave, como la diferenciación entre países desarrollados y en desarrollo, y los principios de equidad y responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Otros temas espinosos fueron la falta de aportes financieros para el período posterior a 2020, el alcance de “las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional” en lugar del acuerdo de 2015 y un proceso de revisión de dichas contribuciones el próximo año, la no inclusión de la cuestión sobre los “daños y perjuicios”, y una acción climática muy débil previa a 2020.
En el momento en que rechazan el proyecto de decisión de los copresidentes del ADP, los países en desarrollo también reclamaron al presidente de la COP 20 que interviniera y restableciera el equilibrio en la decisión, de manera de que reflejara sus preocupaciones. Los países desarrollados, por su parte, pretendían que el texto de los copresidentes se aprobara de inmediato en la sesión plenaria.
Después de las reacciones de las Partes y tras reconocer que no había consenso en la sala, Runge-Metzger anunció que los copresidentes del ADP trasladarían el texto al presidente de la COP 20 a efectos de que realizara consultas para llegar a un acuerdo sobre el mismo.
Al recibir el encargo, Pulgar-Vidal expresó: “Asumo mi responsabilidad con claridad y dedicación para llevar adelante este proceso. Lo lograremos juntos, manteniendo el espíritu de confianza y transparencia”. Adelantó, además, que esa misma tarde se reuniría con grupos de países para llegar a una nueva versión “equilibrada” del proyecto de texto y los instó a presentar soluciones cuando se reunieran con él.
Con las negociaciones en crisis y al borde del colapso, en las ocho horas siguientes se sucedieron las anunciadas reuniones a puertas cerradas de Pulgar-Vidal con grupos de países. En estos encuentros, el presidente de la COP 20 trató de establecer lo que las Partes podían aceptar y cuáles eran sus límites.
Mientras tanto, delegados y observadores esperaban con preocupación los siguientes acontecimientos, para conocer cómo se resolverían las dificultades. Varios de ellos ya habían abandonado la conferencia y otros se habían quedado dormidos, debido a que el día anterior las negociaciones se prolongaron hasta las cuatro de la madrugada.
La sesión se reanudó el sábado 13 poco antes del mediodía. Se distribuyó el proyecto de decisión preparado bajo la supervisión de Pulgar-Vidal y las Partes tuvieron poco más de una hora para estudiarlo. A continuación volvieron a reunirse.
Con la frase “así se ha decidido”, el presidente de la COP 20 presentó la decisión sin que ninguna de las Partes planteara objeciones. Y así fue como se adoptó la “Llamada de Lima para la Acción Climática”.
La decisión pasó a ser vista como más equilibrada, al incluir a las responsabilidades comunes pero diferenciadas, hacer referencia a los daños y perjuicios, y describir a “las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional” como no restringidas a la mitigación. También dice que dichas contribuciones no prejuzgarán el acuerdo de París y que no habrá una revisión de las mismas previamente a la COP 21, en diciembre de 2015.
Las Partes acogieron con beneplácito la decisión y, en breves declaraciones realizadas al finalizar la COP 20, reconocieron la manera como su presidente condujo los trabajos y la forma en que la reunión de Lima ha allanado el camino para el acuerdo de París.
Meena Raman es coordinadora del Programa de Cambio Climático de Third World Network (TWN).
Indrajit Bose realiza seguimiento de las negociaciones de cambio climático con TWN.