Más allá de la discusión de si el cambio climático se debe o no a la acción de los humanos, es innegable que algo está ocurriendo y que lo que considerábamos normal en cuanto al clima ya no lo es tanto.
En las últimas décadas, el impacto del cambio climático se ha manifestado de diferentes formas en distintos lugares del planeta: derretimiento de los glaciares, desaparición de especies animales, aumento en el nivel del mar y deterioro medioambiental, son tan solo algunas de las principales consecuencias que han surgido como resultado del progresivo aumento de la temperatura del planeta. Los desafíos que surgieron como resultado
de esta situación, llevaron a que, en 1992, se creara la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático –CMNUCC, como parte de la Cumbre por la Tierra en Río de Janeiro, y cuyo objetivo es prevenir cualquier interferencia humana “peligrosa” en el sistema climático.
Con el fin de dar cumplimiento a este objetivo, en la Convención se propuso estabilizar la cantidad de Gases de Efecto Invernadero en la atmósfera (GEI), hasta el punto en el que estos no interfieran con el balance natural. Sin embargo, se reconoció que el impacto ambiental de la cantidad de gases emitidos para finales del siglo XX es irreversible, y por ende, tenemos que adaptarnos a estos cambios.
Otra de las conclusiones a las que se llegó es que la estabilización de los GEI se debe hacer en un espacio de tiempo que permita que los ecosistemas se adapten al cambio de manera
natural, para así no poner en riesgo la seguridad alimentaria y continuar con un desarrollo económico sostenible.
Para 1995, 165 países o partes -como son llamados dentro de la Convención- habían firmado y ratificado la CMNUCC. Posteriormente, comenzaron las negociaciones para llegar a acuerdos y acciones que permitieran cumplir el objetivo pactado. Cada año se celebra la Conferencia de las Partes; una reunión general entre todos los Estados firmantes, en la
que se llevan a cabo múltiples discusiones, y en la cual participa -además de las delegaciones oficiales y negociadoras de los países- la sociedad civil, a través de ONG´s, grupos de mujeres, jóvenes, pueblos indígenas, entre otros.