Por Cesar Rojas-Redacción Ambiente y Sociedad
Una vez aceptados los objetivos del Acuerdo de París (COP21), ahora llega el momento de ratificar el reto y establecer los mecanismos por medio de los cuales se evitará que el promedio de la temperatura global supere los dos grados centígrados. Colombia hace parte de ese grupo de 98 partes que, a la fecha, ratificaron el Acuerdo y, dado que superan el equivalente al 55 por ciento de las emisiones globales, dan el impulso suficiente para que el tratado entre en vigor.
Este es el contexto en medio del cual empezó la COP22 en Marrakech, Marruecos, el lunes 7 de noviembre. El gobierno de Colombia llega a presentar la ley de Cambio Climático y, con ella, la voluntad de reducir en un 20 por ciento el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero reportadas en 2010. Milena Bernal, abogada e investigadora de la Asociación Ambiente y Sociedad, hace parte del grupo de colombianos de la sociedad civil que se encuentra en el país africano para participar en la discusión.
Las conversaciones de los próximos días, explica Susana Vélez, especialista REDD de la Fundación Natura, están orientadas a establecer estrategias para asegurar la sostenibilidad del tratado que tiene una duración de 30 años. ¿Cómo se medirán las emisiones? ¿Cómo se ejecutarán los compromisos adquiridos? ¿Cómo adaptar los aparatos productivos a un sistema más limpio y eficiente? Estas son algunas de las preguntas que se plantearán en Marruecos en las próximas semanas y coinciden con los interrogantes que se están haciendo muchos empresarios en Colombia.
La incertidumbre no es poca. Vélez reconoce que las pymes, micropymes y los negocios familiares tienen una gran presión para adaptarse a los nuevos estándares. “La adaptación al cambio climático trae consigo un lenguaje muy técnico y especializado. El gran reto de nosotros como sociedad es extender los conceptos y adaptar nuestros hábitos a lo que todo esto significa”, apunta la especialista.
Vélez añade que la competitividad de la industria colombiana no se verá afectada por dos razones principales. Porque los mercados le están empezando a exigir políticas ambientales responsables a las empresas, en primer lugar, pero además porque los grandes emisores, como Estados Unidos o China, también se adhirieron al acuerdo. Además, ella aclara que el Acuerdo de París establece “responsabilidades conjuntas, pero diferenciadas”, es decir, todos están comprometidos a reducir sus emisiones, pero cada uno en proporción con sus capacidades y nivel productivo.
Pero parte del reto que se empieza a gestar con este proceso radica en el papel que jugarán las comunidades. Elizabeth Valenzuela, coordinadora de cambio climático del Fondo Acción, apunta que entre más pequeños son los grupos, o entre más aislados se encuentren, es más difícil que llegue la información. El Fondo Acción ha trabajado en zonas de reserva ambiental para diseñar planes de manejo con las comunidades, saben de los lineamientos que están diseñando en el Ministerio de Ambiente, pero no conocen todavía la política pública de Cambio Climático con la que se empezarán a implementar los cambios que necesita el país.
El papel de la sociedad civil no será menor. Según Milena Bernal, de Ambiente y Sociedad, “es importante la participación de la sociedad civil porque solo mediante su incidencia será posible llevar a cabo un trabajo efectivo de monitoreo. Así se podrá asegurar la inclusión correcta de su rol dentro de los planes de acción para los próximos años”.
Valenzuela reconoce que el papel de las comunidades está ligado, no solo con la protección de ciertos ecosistemas estratégicos, sino además con la urgencia de realizar acciones de mitigación para reducir el impacto del cambio climático en los territorios más vulnerables.
Hay discusiones pendientes. Susana Vélez apunta que, en general, “la matriz energética de Colombia es bastante limpia, pero vulnerable”. Es decir, en comparación con otros Estados, en el país no hay tantas termoeléctricas que dependan del gas o el carbón para producir energía, pero con fenómenos climáticos como el de 2015, se evidenció el riesgo de depender tanto de las hidroeléctricas. Parte de los debates que vendrán en adelante, según Vélez, buscarán las alternativas para que Colombia inicie la migración hacia fuentes de energía más limpias sin incurrir en costos tan altos.
Las expectativas con la cumbre de Marrakech son altas. Pero los verdaderos resultados se empezarán a evidenciar en el mediano y largo plazo.