Fuente: El Colombiano
Crecen las inversiones chinas en Latinoamérica, que podrían profundizar el modelo extractivista. Colombia debe estar preparada y fortalecer su modelo regulatorio, sin ahuyentar las inversiones.
En 2015 el presidente chino Xi Jinping anunció el interés de aumentar la presencia económica de su país en América Latina y el Caribe. Estableció en su comunicación unas metas ambiciosas para que en diez años se aumente el comercio bilateral hasta $500 mil millones de dólares y la inversión extranjera directa (IED) hasta $250 mil millones de dólares.
El monto asignado a la IED muestra un cambio en la estrategia. Si en 15 años la dinámica de la relación comercial llevó a China a ser el segundo socio de América Latina y el Caribe, ahora se trata de llevar a que China sea el primer proveedor en importancia de IED hacia 2030.
Para muchos analistas la creciente presencia económica de China propicia un modelo extractivista que se va a profundizar con el aumento de la inversión. Un modelo que los latinoamericanos conocemos bien y que creíamos haber dejado atrás.
De hecho, el comercio con China explica el proceso de reprimarización de las exportaciones de la región que se dio con fuerza hasta 2015. Así las cosas, mientras que América Latina importaba bienes manufacturados de China, las exportaciones hacia ese país estaban concentradas en Brasil, Chile y México, y en cinco productos, todos materias primas. Esta tendencia continúa: China exporta a la región esencialmente sus bienes manufacturados e importa de esta sus materias primas.
La IED china siempre estuvo en los recursos naturales y además está creciendo como lo demuestra el interés reciente en el litio chileno. De otro lado, los bancos chinos están empezando a financiar proyectos de infraestructura energética y de vías de comunicación dentro del megaproyecto de la llamada Ruta de la Seda que, dentro de la misma lógica, facilita el acceso de China a las materias primas.
Profundizar en el modelo extractivista trae inmensos problemas. La región pasa a depender de la demanda china por materias primas y de la fluctuación de sus precios en el mercado internacional. El tipo de comercio que se establece afecta a la producción doméstica y frena la industrialización. La IED china a diferencia de la tradicional IED tiende a concentrarse en los recursos naturales, donde crecen las disputas por su uso y beneficio.
Pero esta última no es la única diferencia en las normas y prácticas de la IED china con la tradicional. Los especialistas, refiriéndose a las particularidades de la IED china, señalan que se dirige a países con entornos de frágil gobernanza y no suscribe los estándares globales de salvaguardias sociales y ambientales. La primera característica no se cumple para la IED china en la región, que si bien se involucró en Venezuela tuvo su principal destino en Brasil y cada vez más Chile. El otro elemento es relevante y junto con el favorecimiento del modelo extractivista afecta a los países receptores de esa inversión.
Colombia, sobre todo, tiene una relación comercial con China. Aparecen ya las señales de que las cosas están cambiando con la llegada de empresas chinas y los anuncios de que el banco chino de desarrollo será socio estratégico de la Financiera de Desarrollo Nacional (FND). Colombia no puede ir en contra de la realidad de la creciente presencia china, pero debe tener conciencia de lo que significa la llegada de esa inversión y tener la capacidad regulatoria para aprovecharla de la mejor manera, sin dejar de buscar un modelo económico sostenible.