Razón Publica. A pesar de que los causantes principales del cambio climático son las grandes potencias, los países como Colombia deben adaptarse a él y plantear estrategias para enfrentarlo. Bogotá lo está planeando bien, pero podrá ponerlas en práctica?
Ernesto Guhl Nannetti*
El contexto global
El crecimiento de la población, los efectos de un sistema económico basado en el consumo y el mito del crecimiento continuo han generado presiones nunca antes soportadas por el medio ambiente. La desaparición paulatina del mundo “natural” y los crecientes impactos sobre los ecosistemas mundiales han trasformado el paisaje y la salud del planeta y han inducido una nueva dinámica denominada “cambio global”.
La humanidad se ha convertido en una poderosa fuerza transformadora del planeta cuyo impacto es tan fuerte que el período en que vivimos (en especial el último medio siglo) se ha denominado el “antropoceno”. La consecuencia de este cambio es que el planeta es y será cada vez menos predecible y rico ambientalmente. La humanidad nunca había enfrentado a un problema de semejante magnitud.
Países como Colombia deben pagar costosos y difíciles proyectos de adaptación a un problema causado por otros.
La expresión más evidente y dramática de este cambio global es el cambio climático, causado por la modificación de la composición química de la atmósfera debida a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Estos gases han sido emitidos en cantidades que superan las capacidades de los sistemas naturales para absorberlos, principalmente por la quema de combustibles fósiles, la deforestación y los usos insostenibles del suelo. En la era industrial el contenido de CO2 en la atmósfera ha aumentado un 40 por ciento, principalmente en los últimos 60 años.
Una densa capa de polución, sobre la ciudad de Shanghai en China. Foto: leniners |
Los culpables y las víctimas
El cambio climático es una amenaza global y los causantes del fenómeno son pocos pero poderosos. Hoy en día Estados Unidos y China son responsables de algo más de la mitad de las emisiones de GEI. China superó recientemente a Estados Unidos como primer contaminador y Brasil, India y Rusia siguen aumentado sus emisiones debido a su rápido crecimiento económico basado en el sistema globalizador y consumista que ya probó ser insostenible.
Este modelo de desarrollo es justificado porque mantiene un estilo de vida “deseable” para la población, a costa de un recurso global como es la atmósfera, y sin pensar en cómo se afecta a todos los países del planeta, sus ecosistemas y sus habitantes.
Se ha demostrado que los más perjudicados por el cambio climático somos los países pobres. Esto encierra una tremenda inequidad, pues países como Colombia deben pagar costosos y difíciles proyectos de adaptación a un problema causado por otros. Por ejemplo, las inundaciones de La Niña en 2010 y 2011 nos costaron cerca de 6.000 millones de dólares y dejaron más de 3 millones de damnificados.
A pesar de las innumerables advertencias, declaraciones y reuniones de alto nivel, la comunidad internacional ha sido incapaz de disminuir, ni siquiera un gramo, las emisiones de GEI. El mundo mira con expectativa la Cumbre de Cambio Climático que se reunirá en París a finales de este año, pues se cree que esta es la última oportunidad para abandonar el camino de la catástrofe, que será irreversible cuando la temperatura media planetaria aumente en 2 grados centígrados.
La estrategia adoptada para tratar de mejorar la situación es el llamado “crecimiento verde”, al cual se ha unido Colombia. En este sistema el Estado delega en el sector privado una parte muy importante de su responsabilidad como administrador del medio ambiente como un patrimonio público. Sin embargo es dudoso que la gestión empresarial pueda reemplazar al Estado y, en el fondo, esta estrategia es la continuación del sistema globalizante de consumo, camuflado con frecuencia con un green washing, o apariencia de ecologismo.
El caso de Bogotá
En la sabana de Bogotá la urbanización se ha extendido de modo desordenado e imparable, y la Estructura Ecológica Principal de donde vienen el agua y los servicios ecosistémicos esenciales se ve cada vez más amenazada. En la región las licencias para usos del suelo se asignan con un criterio fiscalista puntual y son muchas veces incompatibles con la vocación de la tierra.
Bogotá pasó de emitir 21,5 millones de toneladas de CO2eq en 2008 a 24,5 millones en 2012. El transporte es el responsable de dos terceras partes de esta cantidad; sin embargo, el número de carros y motos en las calles crece todos los días.
La ciudad y el territorio que la circunda constituyen una unidad funcional, ya que tienen fuertes relaciones de interdependencia en materia de bienes y servicios ambientales y de actividades socioeconómicas. Por eso, el abordaje de los problemas descritos requiere una estrategia concebida con visión regional. Los efectos del cambio climático deben tratarse con una gestión que supere los límites del Distrito y abarque una región más amplia, definida tanto con criterios naturales como políticos.
Bogotá ha avanzado bastante en materia de formulación de políticas y planes para enfrentar el cambio climático. El Plan Regional Integral de Cambio Climático (PRICC), llevado a cabo por varias instituciones y apoyado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, estudia los efectos del cambio climático para Bogotá y Cundinamarca y propone escenarios futuros por hasta 100 años.
En sus estudios se señalan los altos riesgos que se vislumbran por los cambios en los patrones de lluvia y el aumento de temperatura. También es especialmente preocupante el efecto que el aumento de temperatura puede tener sobre la extensión y capacidad de los páramos que surten de agua a Bogotá y la región, y se anticipan períodos con extremos de lluvias y sequías.
El suspendido Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá consideraba el cambio climático como un elemento fundamental del futuro de la ciudad y varios de sus ejes proponían acciones relacionadas con él. Una de ellas era la ordenación del territorio alrededor del agua, con una ciudad densificada.
La administración distrital ha formulado un Plan Distrital de Adaptación y Mitigación a la Variabilidad y el Cambio Climático, con acciones que buscan acoplarse a los ciclos naturales de la región, entre ellas las de conservación de la Estructura Ecológica Principal y la de movilidad sostenible.
La Empresa de Acueducto (EAB) ha desarrollado una nueva forma de gestión integrada del agua y el territorio con visión regional, con el concepto Región Hídrica de Bogotá, que abarca el territorio del Distrito y 53 municipios más. Este programa va más allá de la cuenca del río Bogotá y propone un sistema de gobernanza, articulador y participativo, que incluye un fondo de cofinanciación de proyectos de interés regional. También se avanza notablemente en la cobertura del sistema de drenaje urbano de aguas lluvias.
El fallo del Consejo de Estado sobre la descontaminación del río Bogotá ordena una integración institucional y financiera con alcance regional para buscar la sostenibilidad territorial, lo cual coincide con la propuesta de la EAB. El fallo ordena crear un observatorio del ambiente en la región que haga un seguimiento público y continuo de su evolución, y le pide al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible preparar un proyecto de ley para dar respaldo jurídico a estas propuestas.
Por su parte, la Corporación Autónoma Regional (CAR) ha avanzado en el ambicioso programa de dragado, rectificación y reforestación del cauce del río Bogotá en la sabana, con lo cual se disminuyen los riesgos de inundaciones como las ocurridas en 2010 y 2011, excepcionalmente dañinas y costosas.
Si bien estamos inmersos en un problema global y es poco lo que podemos hacer para mitigarlo desde lo local, puede decirse que Bogotá ha planeado juiciosamente su adaptación al cambio climático y ha producido un importante conjunto de políticas, planes y normas para enfrentarlo.
Una fuerte granizada causó graves estragos a mediados de marzo en Bogotá. Foto: Instituto Distrital de Gestión de riesgos y Cambio Climático |
Ahora o nunca
No sabemos con certeza cómo será el comportamiento del clima en el mediano y el largo plazo, y por eso hay que adoptar principios nuevos basados en el conocimiento y el respeto por la naturaleza. Se requiere una nueva cultura alejada de las actitudes y comportamientos tradicionales frente al mundo natural y diferente de los actuales parámetros de gestión estatal y privada. Si queremos adaptarnos al cambio climático con alguna probabilidad de éxito es necesario adoptar nuevas estrategias, sistémicas, participativas, anticipatorias y flexibles.
Bogotá ha planeado juiciosamente su adaptación al cambio climático y ha producido un importante conjunto de políticas, planes y normas para enfrentarlo.
Ha llegado el momento de actuar para cambiar las tendencias. Hay que convertir los planes en realidades y tener la inteligencia de adaptarlos a medida que se evalúen sus efectos. Es aquí donde surgen algunos interrogantes fundamentales:
- ¿Será posible utilizar a tiempo los juiciosos instrumentos de planificación con el arcaico, desarticulado e ineficaz aparato institucional existente?
- ¿Será posible poner en práctica una gobernanza sistémica, participativa e integradora que reemplace los celos y el aislacionismo institucional que nos caracteriza?
- ¿Cómo se articularán las cuidadosas estrategias locales con las nacionales, centradas en el “crecimiento verde”?
El proyecto de ley que prepara el Ministerio de Ambiente es una oportunidad única para generar una territorialidad realista y cooperativa para la gestión del agua, replicable en otras partes del país. Pero, ¿podrá el Ministerio darle ese carácter novedoso?
Por último la pregunta esencial es: ¿cómo lograr una ciudadanía sensible y educada frente al cambio climático? Para conseguirla es necesario crear una nueva ética social que nos transforme de consumidores individuales en ciudadanos responsables.
* Director del Instituto para el Desarrollo Sostenible Quinaxi y miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.