La agricultura cumple un papel fundamental en la economía y en el tejido social de América Latina y el Caribe (ALC). En 2012 el sector contribuyó 5% del producto interno bruto (PIB) de la región. Asimismo contribuyó con 19% y 9% del empleo masculino y femenino respectivamente durante el período 2008-2011 (World Bank 2013). En paralelo, las exportaciones de América Latina aportan cada vez más al comercio agrícola internacional −de un 8% a mediados de los años noventa a un 13% en 2011 (World Bank 2012)− y actualmente representan el 23% de las exportaciones totales de la región1. Se espera que la región contribuya de manera creciente a la seguridad alimentaria mundial. Al mismo tiempo, se estima que en ALC hay 49 millones de personas malnutridas (OECD-FAO 2012) y la participación de la agricultura en el ingreso total del hogar supera el 50% entre familias en condiciones de pobreza en áreas rurales de algunos países latinoamericanos2.

En este contexto, se prevé que los cambios climáticos anticipados para el presente siglo ejerzan una presión adicional en las condiciones ambientales bajo las cuales se desarrolla la actividad agrícola. Esto significa que si no se afrontan estos impactos de manera adecuada, se podría dar lugar a considerables consecuencias económicas y sociales en la región.

Entre los cambios físicos relevantes a la actividad agrícola que se visualizan bajo los escenarios climáticos más comunes figuran: aumento en las temperaturas atmosférica y del suelo, alteraciones en las concentraciones de CO2 en la atmósfera, alza del nivel del mar, cambios en el ciclo hidrológico así como en la calidad del agua y su disponibilidad, intensificación y aumento de eventos climáticos extremos (entre ellos sequías e inundaciones), y modificaciones en el nivel altitudinal de los puntos de rocío, entre otros. Algunos de estos cambios son graduales y unidireccionales, lo cual significa que se manifestarán a lo largo del tiempo a una tasa todavía incierta pero cuya dirección es conocida. Este es el caso del aumento de las temperaturas y de los niveles de CO2 en la atmósfera, y de elevación del nivel del mar. Este documento se centra en las implicaciones que tales cambios tendrán en la agricultura. Existen otros más inciertos y variables (como por ejemplo cambios en los patrones de eventos extremos del clima y de precipitación) donde se requiere más investigación para determinar con mayor grado de certeza sus efectos sistémicos en la agricultura.

Este informe preparado por el BID, tiene como objetivo resaltar la necesidad de un mejor entendimiento de las consecuencias del clima futuro para el sector agrícola de ALC y planificar las acciones de adaptación correspondientes. Con este fin, se presenta un panorama general de los desafíos climáticos que afronta el sector3, incluyendo impactos proyectados en la actividad agrícola y posibles respuestas.