Durante la reunión de los Líderes de la Cooperación Económica Asia-Pacífico éste pasado Noviembre, el Presidente Xi Jinping dijo que relaciones diplomáticas sino-colombianas mejorarán y que la cooperación en finanzas, infraestructura, manufactura, energía y agricultura, llegará a un “nivel más alto”, una de las expresiones favoritas de los oficiales chinos.

Unos días antes, la Agencia Nacional de Infraestructura de Colombia adjudicó el contrato para la construcción de carreteras y otras obras relacionadas al consorcio colombo-chino Autopistas Urabá en el que participa el China Harbour Engineering Company con un 30% de la acciones. El proyecto demandará una inversión de U$423 millones y es considerado “estratégico” para el desarrollo de Antioquía ya que es parte de una red de carreteras que transformará la región. Y aún más importante, éste proyecto aparentemente abrirá puertas a más compañías chinas.

No obstante, y a diferencia de sus vecinos venezolanos y ecuatorianos, los colombianos han sido muy cautos en sus relaciones con China -las inversiones chinas en Colombia ascienden apenas al 0.2% de las inversiones extranjeras directas totales y China sólo ha entregado un préstamo a Colombia que representa un insignificante 0.6% de todos los préstamos chinos a América Latina – las razones no son poco entendidas.

Ambiente y Sociedad, una ONG colombiana, plantea que hay poco conocimiento en Colombia sobre la creciente presencia de China en este país y que es esencial para la sociedad civil colombiana comprender qué parámetros tiene la inversión china, qué intereses persigue, cómo esas inversiones se traducen en proyectos concretos que pueden satisfacer las necesidades de desarrollo, y sus implicaciones socio-ambientales.

Con el propósito de contribuir al análisis, Ambiente y Sociedad publicó en Noviembre el informe: “Inversiones Chinas En Colombia: Revisión de los Convenios de Cooperación entre Colombia y China”. El informe representa un esfuerzo importante y pionero entre las ONGs en la región; en primer lugar, porque brinda información que debería ser pública pero no es fácilmente accesible; y luego, porque ayuda a entender el marco del financiamiento chino en Colombia, su historia, su estructura y sus tendencias.

Según el informe, han habido tres momentos importantes en el desarrollo de la relación chino-colombiana: la firma del Tratado Bilateral de Inversiones en el 2008 (entró en vigor en el 2012); la firma de Acuerdos en el 2012 durante la gira del Presidente Juan Manual Santos en Asia y el Acuerdo de Cooperación Petrolera; y los Acuerdos firmados en Mayo del 2015 en el marco de la visita del Primer Ministro chino Li Keqiang. Además, China y Colombia continúan con entusiasmo las conversaciones en torno a la firma de un Tratado de Libre Comercio.

El informe señala que China y Colombia han suscrito alrededor de dos docenas de acuerdos de cooperación y aunque la mayoría de ellos han estado orientados a promover el comercio y la cooperación técnica y económica (14 acuerdos), el “sector donde se concentra la mayor cantidad de inversiones chinas es en el sector de hidrocarburos donde se busca generar oportunidades de cooperación para que las empresa chinas puedan invertir…”. Otro sector importante es el de infraestructura (5 acuerdos) en los que destacan proyectos como el plan de aprovechamiento del Río Magdalena, el Parque Industrial de Buenaventura y el proyecto Autopista al Mar 2.

Colombia, al igual que Venezuela y Ecuador, está sufriendo la crisis de la baja del precio del petróleo ya que “el 54% de las exportaciones del país, el 40% de la inversión extranjera proviene de la industria petrolera y la quinta parte de los ingresos fiscales de la Nación son generados por el sector”. Según algunos analistas la construcción de infraestructura podría ser la “tabla de salvación” para dinamizar la inversión y el empleo; según otros, Colombia apuntará a la contratación de los créditos aprovechando que todavía goza de confianza en los mercados financieros.

En ambas alternativas, Colombia y China podrían encontrar oportunidades para que la cooperación dé el “salto al próximo nivel”. Pero antes de hacerlo Colombia tendrá mucho para aprender de sus vecinos