Comunidades indígenas del Alto Baudó de mal en peor

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Coordinación Regional del Pacífico Colombiano

 

Situación que encontró la Pastoral indígena de la Diócesis de Istmina-Tadó en las comunidades indígenas del Alto Baudó en la visita realizada del 6 al 24 de julio de 2015

• Comunidades profundamente divididas y sectorizadas en su estructura organizacional, debido al interés de sus líderes por el manejo del poder y de los recursos económicos provenientes del Estado.

• En la casi totalidad de las comunidades visitadas (excepto Catrú), se carece de una estructura mínima de atención en salud, como podría ser un botiquín comunitario, un promotor de salud ejerciendo su labor, un espacio locativo para atender las necesidades prioritarias en este campo.

• A nivel de educación logramos constatar la mala calidad de la infraestructura locativa, sobre todo en los centros y sedes; las mayores inversiones se han hecho en las instituciones educativas, las que tampoco logran estar en óptima disposición para el ejercicio de la docencia. En muchos casos, como en el centro educativo de Vacal, los niños reciben las clases en casas de familias y los de secundaria, sólo cuentan con dos aulas en buen estado y una tercera con sólo el techo, sin paredes y piso de tierra, lo que constituye una afrenta para la Secretaría y Ministerio de Educación. Este caso se repite en varias comunidades.

• A nivel de vivienda, muchas de las construcciones se asemejan más a tugurios que a viviendas dignas como a las que tenemos derechos todos los colombianos; acueducto en regular estado en varias comunidades, en otras son inexistentes y tampoco existe al menos una infraestructura mínima de alcantarillado o tazas sanitarias.

• A lo largo del recorrido también constatamos a nivel de la población afro e indígena, muchos sembrados de arroz, maíz, plátano, azoteas, entre otros, lo que permite colegir que la gente está sembrando de nuevo y que la vida empieza a retomar su curso normal. Aunque no vimos presencia de actores armados, el comentario de la gente es que en cualquier momento podrían aparecer causando de nuevo terror y barbarie entre los pueblos, el abandono del campo y los desplazamientos masivos. Se vive entre el temor y la esperanza.

• En la mayoría de las comunidades se cuenta con los servicios del ICBF, centros de atención a la infancia e igualmente la Corporación Infancia y Desarrollo hace presencia en muchas de estas comunidades, a través de un promotor y de la entrega de alimentos.

• Una de las situaciones más lamentables es la de las personas ancianas a quienes en muchos casos no se les presta la debida atención. En Santa María de Condoto uno de sus ancianos afirmaba: “aquí los ancianos lloramos de hambre porque sólo tenemos una comida asegurada durante el día”. También se constataron algunos casos de tuberculosis, dengue y paludismo.

• El suicidio continúa presentándose con alguna frecuencia en comunidades de esta parte del Chocó, como es el caso de un joven que se suicidó en Santa María de Condoto el 4 de julio de 2015. Otros casos similares se han registrado en Miácora y en Moa Mia en meses anteriores.

• En los niños se observa muchos parásitos y enfermedades de la piel como llagas y heridas, entre otras.

• Constatamos las brigadas de vacunación, impulsadas por la CRUZ ROJA en comunidades indígenas.

• En la mayoría de los casos los líderes regionales y sectoriales hacen su vida por fuera de las comunidades e incluso consiguen hacer que sus hijos hagan sus estudios en instituciones educativas más competentes que las que funcionan al interior de las mismas comunidades.

La educación se ha vuelto un botín que se disputan las jurisdicciones Eclesiásticas y las Organizaciones indígenas motivadas especialmente por el manejo de los recursos económicos y de las ganancias que se derivan de la administración de este derecho fundamental de todos los colombianos. La inadecuada preparación de los profesores indígenas y la inestabilidad de los profesores afros no permite que la educación avance entre estos hermanos nuestros.

Finalmente podríamos afirmar que se nota (en un lapso de observación de veinte años), el deterioro de las condiciones de vida de los pueblos indígenas en esta parte de la Diócesis de Istmina-Tadó.

Como Pastoral Indígena hemos optado por trabajar por el bienestar espiritual y humano de estas comunidades tratando de acompañarlos, apoyarlos en el ejercicio real de sus derechos humanos y en el acceso a mejores condiciones de vida, esperamos que la Providencia nos asista en este compromiso.